Desde el momento de tu concepción, tuvieron lugar ciertos eventos que determinaron no sólo tu
apariencia, sino también aspectos de tu personalidad, de manera que desde el primer segundo en este mundo, ya eras irremediablemente tú.
En efecto, antes de que respiraras por
primera vez, tu apariencia y gran parte de tu comportamiento
"instintivo" estaban ya formados. La manera en la que te desarrollaste
durante nueve meses, pasando de ser una célula microscópica a un bebé,
contribuyó a que seas lo que eres hoy en día. ¿Cómo? Vamos al puro
principio...
0 días
El precioso óvulo que se convirtió en ti
estuvo guardado dentro de los ovarios de tu madre durante décadas.
Cuando llegó el momento, subió a la superficie para madurar. Apenas
estaba maduro, fue liberado y flotó hacia la apertura de las trompas de
Falopio.
Los espermatozoides, a su vez, se
lanzaron en una carrera en la que sólo podía haber un ganador. Los
competidores cruzaron la nube de células que rodeaban el óvulo y
trataron de insertarse en él. Finalmente, uno de los 250 millones de los
espermatozoides de tu papá que logró sortear un largo y riesgoso
camino, atravesó la suave membrana: este fue un momento crítico para el
óvulo, pues si otro espermatozoide hubiera entrado, no habría
sobrevivido.
Para protegerse, unos gránulos diminutos
detonaron para endurecer la membrana e hicieron que el óvulo fuera
impenetrable. Una nueva vida se empezó a forjar. Tu prototipo se decidió
desde la primera célula: el espermatozoide victorioso determinó tu
género. Si contenía un cromosoma X, eres mujer; si era Y, eres hombre.
El esperma de tu padre combinado con el
óvulo de tu madre creó una nueva colección de genes. Los efectos de
estos actuaron en el vientre durante nueve meses para hacer un nuevo ser
humano único: tú.
Seis días: sobreviviste a la primera ronda...
A los seis días, cuando eras apenas un
manojo de células, enfrentaste una prueba decisiva. Ya habías sido
transferido al vientre de tu madre para que siguieras desarrollándote,
pero ahora necesitabas implantarte en el revestimiento de la matriz. No
obstante, los estándares de las madres son altos: el embrión tiene que
estar saludable para que valga la pena nutrirlo durante nueve meses.
Alrededor del 70 por ciento de los
embriones no superan esta etapa y se pierden, con frecuencia antes de
que sus madres sepan que existen. En tu caso, tus células liberaron una
señal química que demostró que se estaban desarrollando apropiadamente.
Cuatro semanas: ¡esa carita!
Tras cuatro semanas, tu cuerpo y tus
extremidades empezaban a tomar forma y tus características más
reconocibles estaban a punto de moldearse. Para tu rostro, 14
estructuras diferentes se unieron e hicieron un andamio para unas
intricadas capas de tejidos.
Todas las caras humanas tienen las
mismas estructuras, pero no hay dos rostros exactamente iguales. Eso es
debido a que hay muchas variables en juego. Una de las razones por las
que nos vemos tan distintos puede ser que los genes que crean tu rostro
se activan y desactivan en diferentes ocasiones, y mucho depende del
momento preciso en el que lo hicieron durante este proceso.
Los científicos piensan que puede haber
cientos de 'interruptores' en tu ADN que cuidadosa y sutilmente
coreografiaron la formación de tus facciones. Es uno de los procesos más
complicados de los que ocurren en el útero.
Apenas hace cuatro semanas, el embrión
era del tamaño de la pepita de una manzana. Luego, los genes heredados
de nuestros antiguos ancestros del mar se encendieron y crearon
estructuras similares a las agallas llamadas arcos branquiales. Estos se
tornaron en parte de tus oídos, mandíbulas y garganta. La parte final
de la formación de la cara ocurre más o menos a las ocho semanas.
11 semanas: ¿de derecha o de izquierda?
A las ocho semanas te graduaste de
embrión a feto. A las 11 semanas, tus extremidades ya estaban formadas, y
empezaste a moverlas y a estirarlas. Además, empezaste a preferir un
lado sobre el otro. Posiblemente empezaste a estirar un brazo más que el
otro, o a chuparte un dedo en particular.
Nueve de diez fetos son diestros, el
otro escoge la izquierda y menos del uno por ciento son ambidiestros. Se
piensa que tu preferencia también se debe en su mayor parte a los
genes. Sabemos que la proporción de zurdos no ha cambiado en los últimos
10 mil años pues el 10 por ciento de las herramientas halladas por los
arqueólogos son para zurdos.
Pero, ¿por qué será que no han
desaparecido por selección natural, en un mundo tan dominado por los
diestros? Parece plausible que en el pasado, cuando las batallas entre
las tribus se luchaban cuerpo a cuerpo, los zurdos tenían una ventaja,
pues sus movimientos y sus ángulos eran distintos. Así, tenían más
posibilidades de sobrevivir y pasar sus atributos a la siguiente
generación.
12 semanas: una huella digital en siete mil millones
A medida que continuabas moviéndote en
el vientre, otros de tus rasgos se formaron. Las capas de la piel que
cubrían tus dedos se empezaron a arrugar por el contacto con el líquido
amniótico que las rodeaba. Esta interacción con el ambiente que te
rodeaba ayudó a moldear una combinación única de arcos, espiras y rizos
en las yemas de tus dedos.
Incluso los gemelos idénticos
desarrollan patrones sutilmente diferentes. Cuando cumpliste 17 semanas,
ya tenías un set de 10 huellas digitales que te distinguen de las otras
siete mil millones de personas en el mundo. Aunque hay unos que se
distinguen quizás aún más por lo contrario.
14 semanas: ¿qué tipo de pareja te iba a atraer?
A medida que tu cuerpo iba tomando
forma, también ibas desarrollando un sistema inmunitario distintivo. A
las 14 semanas estabas produciendo los antígenos leucocitarios humanos
(HLA, por sus siglas en inglés), que le ayudan al sistema inmunitario a
reconocer las bacterias y los virus.
Hay miles de combinaciones posibles de
HLA y tú heredaste las tuyas de tus padres. Hay una teoría que indica
que las proteínas HLA determinan el aroma que despedimos para que lo
huelan el resto de los adultos, y que escogemos nuestras parejas
sexuales con HLA, y por ende un olor, muy diferente al nuestro.
Eso indicaría que los padres quizás
elijan sin saberlo a parejas que tengan defensas distintas a las de
ellos para así crear hijos más resistentes a las infecciones. De manera
que el sistema inmunitario que desarrollaste antes de nacer pudo haber
tenido algunos efectos sorprendentes más tarde en tu vida.
15 semanas: ¿cuán masculino es tu cerebro?
Ya tenías genitales femeninos o
masculinos, determinados por la cantidad de testosterona que recibiste a
las ocho semanas. Una segunda dosis contribuyó a moldear tu cerebro. A
partir de las 15 semanas, los fetos femeninos reciben una dosis de
testosterona de su mamá y su glándula suprarrenal. Pero esta es
notablemente más baja que la que producen los testículos para los fetos
masculinos.
Esta fuerte dosis de la hormona coincide
con el momento en el que se están organizando las partes de nuestro
cerebro que conforman la personalidad, de manera que los efectos de la
testosterona pueden ser significativos. Se piensa que la exposición a
altos niveles contribuye a adquirir conductas "más masculinas", como ser
más arriesgado.
27 semanas: viste el mundo a tu manera
A las 28 semanas, tu cuerpo y tu cerebro
estaban bien desarrollados, así que casi estabas listo para enfrentar
el mundo. Ya tenías dos ojos revestidos de células cónicas detectoras de
color y se estaban produciendo los pigmentos que podrían distinguir
longitudes de ondas corta (azul), media (verdes) o larga (rojas) de luz.
La mayoría de las personas pueden
detectar 10 millones de colores distintos cuando nacen. Pero el ocho por
ciento de los hombres y el 0.5 por ciento de las mujeres nacen
daltónicos, sin todos los pigmentos necesarios. Algunas personas nacen
con un cuarto tipo de pigmento que detecta longitudes de onda entre rojo
y verde, por lo que ven los colores más vivos.
37 semanas y más: la recta final
Durante nueve meses pasaste de ser una
célula a más o menos un billón de células. Tu tamaño al nacer dependió
de muchas cosas, incluyendo tu raza, género y genes. Sin embargo,
factores externos, como la dieta de tu madre, sus niveles de estrés y el
que fumara o no, jugaron un papel en ello.
Una idea que está tomando fuerza es que
el ambiente en el vientre de tu madre podría haber cambiado los
marcadores químicos de tu ADN que controlan la manera en la que tus
genes fueron encendidos y apagados a medida que crecías.
Y la evidencia indica que tu peso al
nacer puede impactar en algunos aspectos de tu salud más tarde, como tu
índice de masa corporal, el riesgo de diabetes y desempeño cognitivo.
Definitivamente, el tiempo que pasaste en el vientre te dejó una marca
duradera.
Fuente: BBC Mundo
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