La sangre simboliza la
vida. La sangre es el sustentador material de la vida y expresión de la
individualidad. La sangre es «un jugo muy especial», es el jugo de la
vida. Cada gota de sangre contiene a todo el individuo, de ahí la gran
importancia de la sangre en la magia. Por eso los Pendler utilizan una
gota de sangre como Mumia. Por eso basta una gota de sangre para hacer
un diagnóstico completo.
La presión sanguínea es
expresión de la dinámica del ser humano. Se deriva de la interacción
del fluido sanguíneo y las paredes de los vasos que lo contienen. Al
considerar la presión sanguínea, no debemos perder de vista estos dos
componentes antagónicos: por un lado, el líquido que corre y, por el
otro, las paredes de los vasos que los contienen. Si la sangre refleja
el ser, las paredes de los vasos representan las fronteras a las que se
orienta el desarrollo de la personalidad, y la resistencia que se opone
al desarrollo.
Una persona con la presión sanguínea baja
(hipotenso) no desafía en absoluto estas fronteras. No trata de
cruzarlas sino que rehuye toda resistencia: nunca va hasta el límite. Si
tropieza con un conflicto, se retira rápidamente, y así se retira
también la sangre, hasta que la persona se desmaya.«Por lo tanto, este
individuo renuncia a todo poder (¡aparentemente!); él y su sangre se
retiran y dimiten de su responsabilidad. Por el desmayo, el individuo
pierde el conocimiento, se retira hacia lo desconocido y se desentiende
de los problemas: se ausenta. La clásica escena de opereta: una señora
es sorprendida por su esposo en una situación comprometida, ella se
desmaya y todos los presentes se afanan por hacerle recobrar el
conocimiento, salpicándola de agua, dándole aire y haciéndole oler
sales, porque, ¿qué objeto puede tener el más bello de los conflictos si
el protagonista se retira a otro plano renunciando bruscamente a
cualquier responsabilidad?
El hipotenso, literalmente, se evade,
por falta de ánimo y de valor. Se desentiende de todo desafío, y los que
están a su alrededor le sostienen las piernas en alto, para que la
sangre afluya a la cabeza, centro de poder, y él recupere el
conocimiento y pueda asumir su responsabilidad. La sexualidad es uno de
los temas que el hipotenso rehuye, pues la sexualidad depende en gran
medida de la presión sanguínea.
En el hipotenso solemos encontrar
también el cuadro de la anemia cuya forma más frecuente consiste en
falta de hierro en la sangre. Ello perturba la transformación de la
energía cósmica (prana) que absorbemos con cada aspiración en energía
corporal (sangre). La anemia indica la negativa a absorber la parte de
energía vital que a uno le corresponde y convertirla en poder de acción.
También en este caso se utiliza la enfermedad como pretexto por la
propia pasividad. Falta la presión necesaria.
Todas las medidas terapéuticas indicadas
para el aumento de la presión están relacionadas con el desarrollo de
energía, lo cual es en sí bastante revelador, y sólo actúan mientras son
aplicadas: fricciones, hidromasaje, movimiento, gimnasia y curas de
Kneipp. Aumentan la presión sanguínea porque uno hace algo y con ello
transforma energía en fuerza. Su utilidad acaba en el momento en que uno
interrumpe los ejercicios. El éxito permanente sólo puede conseguirse
mediante la modificación de la actitud interior.
El polo opuesto es la presión muy alta
(hipertensión). Por experimentos realizados, se sabe que la aceleración
del pulso y el aumento de la presión sanguínea no se producen
únicamente como resultado de un incremento del esfuerzo corporal sino ya
con la sola idea. La presión sanguínea de una persona también aumenta
cuando, por ejemplo, en una conversación se plantea un conflicto que le
afecta, pero vuelve a bajar cuando la persona habla del problema, es
decir, lo traslada al terreno verbal. Este conocimiento, obtenido
experimentalmente, es una buena base para comprender los resortes de la
hipertensión. Cuando, por la constante imaginación de una acción, la
circulación se acelera sin que esta acción llegue a transformarse en
actividad, es decir, se descargue, se produce una «presión permanente».
En este caso, el individuo es sometido
por la imaginación a una excitación constante, y el sistema circulatorio
mantiene esta excitación, con la esperanza de poder transformarla en
acción. Si esto no se produce, el individuo permanece sometido a
presión. Pero, y para nosotros esto es aún más importante, lo mismo
ocurre en el plano de la acción en sí. Puesto que sabemos que el solo
tema del conflicto produce un aumento de la presión y que, cuando hemos
hablado de él, la presión vuelve a bajar, es evidente que el hipertenso
se mantiene constantemente al borde del conflicto, pero sin aportar una
solución. Tiene un conflicto, pero no lo afronta. El aumento de la
presión sanguínea es una reacción fisiológica justificada: el organismo
suministra más energía, a fin de que podamos acometer con vigor las
tareas necesarias para resolver conflictos inminentes. Si esto se
realiza, el exceso de energía es consumido y la presión vuelve a
situarse al nivel normal.
Pero el hipertenso no resuelve sus
conflictos, por lo que no consume la sobrepresión. Por el contrario, se
refugia en la actuación externa y, con un derroche de actividad en el
mundo exterior, trata de distraerse a sí mismo y a los demás de la
invitación a afrontar el conflicto.
Hemos visto que tanto el que tiene la
tensión muy baja como el que la tiene muy alta rehuyen los conflictos,
aunque con tácticas diferentes: mientras el primero se retira al
inconsciente, el segundo se aturde a sí mismo y al entorno con un
derroche de actividad y dinamismo. Por consiguiente, lo normal es que la
tensión baja se dé con más frecuencia en las mujeres y la tensión alta
en los hombres. Además, la hipertensión es indicio de agresividad
reprimida. La hostilidad permanece encallada en la idea, y la energía
aportada no es descargada mediante la acción. El individuo llama a esta
actitud autodominio. El impulso agresivo provoca un aumento de presión y
de autodominio, la contracción de los vasos. Así el individuo puede
mantener la presión controlada. La presión de la sangre y la
contrapresión de las paredes de los vasos provocan la sobrepresión.
Después veremos cómo esta actitud de agresividad reprimida conduce
directamente al infarto.
Existe también la hipertensión de la
vejez, provocada por la calcificación de los vasos. El sistema vascular
tiene por objeto la conducción y la comunicación. Con la edad, se pierde
flexibilidad y elasticidad, la comunicación se entorpece y la presión
aumenta.
Extracto de LA ENFERMEDAD COMO CAMINO
THORWALD DETHLEFSEN y RUDIGER DAHLKE
Título original: Krankheit als Weg
VISTO AQUI
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