Cuando intento explicar qué es la ciencia me gusta utilizar el símil de un edificio. Hay demasiada gente que cree que apenas sabemos nada y que somos unos pretenciosos ignorantes perdidos en un gigantesco Universo, otros por el contrario consideran que ya todo está inventado y que apenas quedan huecos fuera de nuestro alcance. Como se suele decir... Ni tanto, ni tan poco. Nuestro conocimiento ha avanzado de manera prodigiosa en los últimos siglos pero en realidad es, y siempre será, un edificio en constante construcción.

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Antoine Louveau, responsable del hallazgo
El estudio, el esfuerzo y la investigación de miles de científicos repartidos por todo el mundo van levantando día a día ese edificio de conocimiento, a veces reemplazando piezas antiguas por otras más actualizadas, y en otras ocasiones aportando piezas totalmente nuevas y desconocidas. El tema que nos ocupa hoy es un ejemplo perfecto de esa clase de ladrillo extraño que, de vez en cuando, aparece por casualidad y nos permite aumentar nuestro conocimiento.

El descubrimiento ha sido calificado como "extraordinario", "revolucionario" e incluso algunos medios consideran que reescribirá muchos libros de fisiología humana. Y en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, parece que los titulares no son exagerados.
 Conexión entre sistema linfático y cerebro. (los vasos descubiertos a la derecha)

En nuestro cuerpo, además del sanguíneo, existe otro sistema circulatorio más desconocido llamado sistema linfático. Consiste en una serie de diminutos vasos cilíndricos que transportan la linfa y que es parte principal de nuestro sistema inmunológico y de limpieza.

Hasta hace unas semanas se pensaba que este sistema linfático no estaba conectado con el cerebro, es decir: a pesar de los siglos estudiando nuestro cuerpo y de las miles de autopsias e investigaciones neurológicas, no se había encontrado en nuestro encéfalo ningún vaso correspondiente a este sistema linfático.

Esta situación ha cambiado radicalmente con la publicación en la Revista Nature del hallazgo de una serie de pequeños vasos que conectan nuestro cerebro con el sistema inmunológico.

El investigador que veis sobre estas líneas es Antoine Louveau, un neurocientífico de la Universidad de Virgina que se encontraba estudiando el cerebro de ratones para desarrollar imágenes de sus meninges y poder así examinarlas en conjunto, se encontró de manera casual con los diminutos vasos linfáticos en esa misma zona.

La pregunta que todos nos hacemos es simple: ¿Cómo es posible que esta conexión entre sistema linfático y cerebro haya pasado desapercibida durante tanto tiempo?, o dicho de otra manera: ¿Cómo no hemos visto estos vasos antes?

La respuesta de los propios investigadores es tan simple como la pregunta: Están muy bien escondidos. Se encuentran en un área muy difícil de explorar y se extienden en paralelo a los vasos sanguíneos de los senos paranasales. Están tan cerca del vaso sanguíneo que simplemente no los ves si no sabes lo que buscas.

Las consecuencias de este descubrimiento no son banales. No es simplemente haber encontrado una serie de vasos linfáticos y ya está, sino que su función en el cerebro está íntimamente ligada a numerosas enfermedades neurológicas como el alzheimer y el parkinson. Una conexión que antes ni siquiera se había tenido en cuenta.
Referencias científicas y más información: Eureka Alert: Missing link found between brain, immune system - with major disease implications Universidad de Virginia: Researchers Find Textbook-Altering Link Between Brain, Immune System Antoine Louveau, Igor Smirnov, et al. "Structural and functional features of central nervous system lymphatic vessels" Nature (2015) doi:10.1038/nature14432