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El poder de la ciencia en nuestra sociedad ha llegado al punto del dogma. Si lo dice un científico de Harvard o de Stanford, tiene que ser verdad. Exaltamos las credenciales académicas como si fueran chalecos antimentiras; si antes Shelley había dicho que los poetas eran los legisladores no reconocidos del mundo, ese título le pertenece sin duda a los científicos en nuestra época. Y sin embargo la solidez de la realidad científica, su aparente incontestabilidad, la pulcritud de su método, tal vez sean una ilusión más.
Desde abril pasado ha estado circulando y causando conmoción un editorial escrito por Richard Horton, el director de The Lancet, una de las revistas científicas más viejas y con mayor prestigio del mundo. Horton escribe:
El caso en contra de la ciencia es frontal: mucha de la literatura científica, la mitad quizás, simplemente es falsa. Afligida por estudios con muestras demasiado pequeñas, efectos minúsculos, interpretaciones inválidas, flagrantes conflictos de intereses, aunado a una obsesión por perseguir modas y tendencias de dudosa importancia, la ciencia ha tomado un giro hacia la oscuridad.La afirmación de Horton es contundente e inquietante en lo que concierne al edificio de realidad que construye la ciencia en nuestra sociedad. Horton cree que una posibilidad para cambiar las cosas es simplemente retirar todo incentivo y promover la colaboración y no la competencia. Marcia Angell, ex editora del New England Medical Jounal, se hace eco:
Simplemente no es posible creer en mucha de la investigación de clínica que se publica, o depender del juicio de médicos confiables y de las guías médicas. No me produce placer esta conclusión, a la cual he llegado con reticencia en mis más de 2 décadas como editora del New England Journal of Medicine.¿Si no podemos creer en la ciencia, en que podemos creer? Ciertamente no en los medios que publican los artículos científicos que denuncia Horton (y aquí nadie se salva), los cuales están hechos a la medida para que puedan aparecer en los medios, utilizando presupuestos no para resolver los grandes problemas del ser humano sino para que los científicos puedan posicionar sus carreras y recibir más fondos. Desde la perspectiva del lector o del consumidor de ciencia que no es parte de la academia, parece importante desarrollar una mirada crítica y ser capaz de detectar cómo los medios y ahora los mismos científicos utilizan encabezados para llamar la atención y sesgar el interés. Tener presente que muchos estudios científicos obtienen sus fondos directa o indirectamente de corporaciones - las farmacéuticas, por ejemplo - o por parte de gobiernos y en su agenda quieren avanzar ciertos proyectos y legitimar ciertos conceptos. Para que pueda mantener sus posiciones y fondos, en muchas ocasiones el científico se coloca al servicio del mantenimiento del statu quo. Es necesario dudar de lo que se nos presenta como real bajo un marco perfectamente realista, dudar de todo, como ya lo decían los filósofos y, al mismo tiempo, no tomarse las cosas demasiado en serio. Empecemos por dudar de nuestras creencias.
Comentario: En nuestro modelo social, todo se convierte en bien de consumo, en mercancía: "el trabajo humano es vendido en el mercado laboral", "el hombre mismo se plantea la vida como un capital que debe ser invertido provechosamente". De esta manera, el valor de la persona se determina por la cantidad de capital que pueda obtener por sus servicios. Siendo este valor determinado por el juicio externo, las personas se sienten seguras siendo igual a todos, temiendo alejarse lo más mínimo de estos estándares de personalidad "comercializables". El tipo de persona que busca producir esta sociedad es un hombre enajenado, ya que sus propias acciones y su propia fuerza se han convertido en algo ajeno. Las personas proyectan su poder en las instituciones y líderes, lo que las aleja de su propio poder y de sus "sentimientos morales".
Las personas, enajenadas de su poder personal proyectan sus poderes y sentimientos en las instituciones, por ejemplo: no es mi trabajo hacer justicia, es trabajo del Estado. Con respecto a la ciencia, en ella se proyectan todas las facultades personales de adquirir conocimiento, de búsqueda de respuestas a las preguntas humanas, de interés por descubrir lo que está cubierto, interés por cuestionar lo que está establecido. En otras palabras, lo que sucede es que el ser humano, una vez convertido en adulto, aprende a aceptar de manera conformista lo que dicta la CIENCIA, no como espectro que abarca el mundo científico, donde algunos científicos honorables intentan descubrir e inventar cosas verdaderamente útiles, hacen investigaciones con verdadero interés humano, etc; sino como un ente portador de la última verdad irrefutable. De esta manera, las personas dejan de utilizar sus facultades de observación, raciocinio y moralidad, pasando a proyectar en los "científicos" estos factores de importancia humana mientras escuchan sumisas a sus dictados, que son reforzados por la propaganda constante y ponen de manifiesto la condición de seguidores de la mayoría de las personas.
Esto lo expresa la siguiente cita de un texto sobre epistemología:
"El conocimiento del sentido común se interesa principalmente por la influencia de los sucesos sobre cuestiones que son objeto de especial valoración por los hombres, la ciencia teórica, en general, no es tan limitada en sus preocupaciones. La búsquda de explicaciones sistemáticas exige que la investigación sea orientada hacia las relaciones de dependencia entre las COSAS sin tomar en consideración su influencia sobre las valoraciones humanas"Así, la ciencia ahora se ocupa más de las cosas separadas de los intereses humanos que las cosas como herramientas y recursos subordinados a la humanidad y al conocimiento de la misma. Claro está que hay ciertas excepciones a esta tendencia de la ciencia, científicos que mantienen lo sistemático y "objetivo" pero buscan el conocimiento de aspectos fundamentalmente humanos, buscando el desarrollo de la humanidad y considerando las valoraciones humanas. Es parte de nuestra responsabilidad separar la paja del trigo a través del desarrollo de nuestra capacidad de pensamiento crítico y analítico, así como la valoración del sentido común.
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