REMEDIOS NATURALES
INFORME DE ESPECIALISTAS DE CAPILLA DEL MONTE OTROS DE TRASLASIERRA Y BASADOS EN ESTUDIOS DE LA FITOTERAPIA, LA MEDICINA CHINA Y LA HOMEOPATIA ENTRE OTROS
Parásitos y ensuciamiento
Todo tejido viviente puede ser ocupado por un parásito; por
ende, todo ser vivo está sujeto a su presencia. Estas afirmaciones
bastan para comprender la importancia de la parasitosis y el hecho de
dedicarle atención en el ámbito de la depuración corporal.
Es imposible concebir un organismo sin parásitos. Estamos
biológicamente destinados a compartir la vida con ellos, dado que es
imposible sustraerse a sus eficientes cadenas reproductivas y a su
permanente incorporación a través de alimentos, agua y aire. Son
nuestros depredadores naturales. Esto es algo que el hombre siempre supo
y por ello en todas las tradiciones se preservaron hábitos preventivos,
basados en el desparasitado regular. Dado que la convivencia es inevitable y genera daños evidentes, el objetivo razonable es mantenerlos bajo control.
Pero hoy día vivimos una situación grave en este sentido. Por un lado hemos abandonado las prácticas preventivas.
Por otro lado, nuestra violenta modificación de los hábitos
nutricionales ha generado tres cuestiones claves para la expansión de la
invasión parasitaria: les damos casa, comida y “zona liberada”,
o sea los tres requisitos para su completo desarrollo. Los nutrimos al
consumir abundantes alimentos que los desarrollan (lácteos, azúcares,
harinas), les facilitamos el alojamiento al generar una mucosa
intestinal permeable que facilita su difusión en todo el organismo por
medio de los fluidos (mucosa permeable) y finalmente la inacción de
nuestra “policía corporal” (tilde inmunológico), les brinda “zona
liberada” para que se desarrollen sin problemas.
EL FACTOR PARASITOSIS
Algo que el Dr. Seignalet intuyó genialmente durante su investigación, fue la relación entre la mucosa intestinal permeable
y la invasión de macromoléculas alimentarias y
bacterianas hacia el hígado y los fluidos corporales. Esta visión permite a su vez comprender la estrecha relación entre esta “puerta abierta” y nuestros huéspedes naturales: los parásitos.
bacterianas hacia el hígado y los fluidos corporales. Esta visión permite a su vez comprender la estrecha relación entre esta “puerta abierta” y nuestros huéspedes naturales: los parásitos.
Si bien el tema se desarrolla en un capítulo específico, no podemos
dejar de mencionarlo en este contexto, que explica este nuevo fenómeno
del ensuciamiento corporal. Además de bacterias y partículas
alimentarias, nuestros fluidos se ven invadidos por huevos, larvas,
quistes y organismos unicelulares que parasitan la estructura corporal y
aportan una cuota importante de ensuciamiento. La magnitud de la
intrusión desborda la capacidad de nuestro sistema inmunológico
(reacción antigénica) y en muchos casos elude su acción, al localizarse
en áreas donde las defensas corporales están inhibidas de actuar
(ejemplo: el cerebro).
Generalmente el concepto de parásitos, tanto de profanos como de
terapeutas, se limita, en el mejor de los casos, a considerar el aspecto
etimológico del término. Se supone que el daño generado por estos
huéspedes indeseables, es el robo de nutrientes, que utilizan
para su desarrollo. Si esto fuese así, bastaría con comer de más. Sin
embargo, lo más grave de las parasitosis, es su significativo aporte ensuciante.
Consideremos por un momento lo que significan los excrementos y desechos metabólicos de esta multitud de seres que nos habitan. Diariamente cientos de sustancias
actúan y se acumulan en nuestro interior, generando no solo toxemia,
sino también innumerables consecuencias sobre nuestra salud.
Si bien hay poca investigación al respecto, se conocen bien los
efectos de algunas sustancias individualizadas. Es el caso de la histamina que secretan ciertos parásitos, o el acetaldehído,
uno de los 79 desechos generados por la cándida en estado micótico.
Indudablemente la cuestión de la parasitosis debería ser considerada
como hipótesis básica en el abordaje de las habituales patologías modernas, malamente achacadas a genes, virus o estrés.
Una flora en equilibrio impide el anormal desarrollo de microorganismos indeseables, pero cuando ese equilibrio se rompe, sobreviene la llamada invasión parasitaria.
Algunos parásitos ingresan al intestino con los alimentos y
no pertenecen a las especies normales de nuestra flora. Otras veces la
exuberante multiplicación de bacterias parásitas es un intento de supervivencia de ejemplares de la flora “autóctona”, frente a la agresión de antibióticos y químicos presentes en alimentos de consumo cotidiano.
En la mayoría de los casos, el mismo desequilibrio interno dispara estas reproducciones descontroladas y anula la regulación endógena que debería realizar la propia flora. En todos los casos es el contexto de desorden, la causa profunda del problema.
Además de irritar, inflamar y ulcerar tejidos, estos parásitos (huéspedes fuera de control) generan reacciones alérgicas, depresión inmunológica, incremento de la toxemia corporal y aumento del desorden en la misma flora. Las imágenes ilustran algunos parásitos despedidos luego de una terapia desparasitante.
Inevitables compañeros de ruta
Si bien los mayores estudios se centran en los parásitos intestinales, se sabe que los parásitos invaden todo el cuerpo, incluso zonas consideradas “seguras” como el cerebro. Precisamente los parásitos allí se encuentran “seguros” por ser ámbitos donde no puede actuar la inmunología. Tampoco los parásitos discriminan edades o clases sociales; muchos siguen suponiendo erróneamente que los parásitos son cosas de chicos y que luego desaparecen solos, o que se los “pesca” la gente de bajos recursos o de zonas marginales. Todos los tenemos y los tendremos; la diferencia está dada por cantidades, especies y antigüedad de infestación.
MANIFESTACIONES DEL DAÑO
Las manifestaciones locales
son aquellas que generan los parásitos en su lugar de permanencia. En
este sentido podemos citar los problemas digestivos, tales como: mal
aliento, apetito inestable, constipación, diarreas, gases, eructos,
acidez, cólicos, distención o flatulencia, hemorroides, vómitos, cuadros
apendiculares, vesiculares, diverticulares o litiásicos,
sintomatologías ulcerosas, pancreatitis, gastroenteritis, náuseas,
somnolencia, pesadez, reflujos, etc.
Es preciso comentar que las toxinas parasitarias provocan un
bloqueo de la absorción de los alimentos a nivel de la mucosa
intestinal. Esto provoca en muchos casos la delgadez de los parasitados y
no porque el alimento sea ingerido por los bichos, como reza el mito
popular. Esto explica también lo innecesario e ilógico de suplementarles
vitaminas, minerales y estimulantes del apetito; de poco servirán si
persiste el origen del problema. Para que una persona recupere peso, son
necesarias dos cosas: que ingiera alimentos y que los absorba.
Las sintomatologías alternas y las reacciones digestivas
cambiantes, responden siempre al estado de los parásitos. Tratando
eficazmente la parasitosis, la persona vuelve a tolerar perfectamente
todo tipo de alimento. Otro error es etiquetar al parasitado como una
persona delgada; el flaco parasitado es el flaco "descompensado", pero
si no lo está, puede tener cualquier peso e incluso ser un obeso.
Las manifestaciones a distancia
son aquellas que se desarrollan lejos del lugar donde están alojados
los parásitos y ocurren por acción de sus toxinas; es decir que no es
necesaria la presencia del parásito, para que se desencadene la
sintomatología. Con respecto a su magnitud, es fácil imaginar que
dependerá del grado de parasitado y su antigüedad. Más añeja la
parasitosis, más significativos serán los síntomas y más tiempo llevará
su resolución.
A nivel diagnóstico, generalmente los análisis convencionales
se centran en detectar parasitosis intestinal; pero muchas veces un
resultado negativo (escobillado anal, materia fecal) genera una
peligrosa tranquilidad en médico y paciente. Sucede que el contenido de
la luz intestinal es muy cambiante, hecho que perjudica a ciertas
parasitosis para realizar debidamente su ciclo biológico. Entonces
perforan la mucosa intestinal por medio de enzimas y se colocan en la
pared del intestino. Por tanto lo que se recoge en los análisis es lo
que se halla en la luz intestinal; y ellos ya no se encuentran allí. Las
parasitosis antiguas (8 a 10 años de instalación) son las que generan
estas acciones atípicas y no aparecen en los análisis por hallarse
enquistadas en la pared de la mucosa intestinal.
SIGNOS Y SÍNTOMAS DE PARASITOSIS
En general, una persona con parasitosis intestinal de antigua data,
es una persona tensa, temperamental, con altibajos emotivos (a veces
triste y otras, explosivo), que no se relaja (está siempre "enchufado") y
es desmemoriado. Tiene el tubo digestivo inflamado, desde la boca hasta
el ano. Después de comer se siente hinchado, distendido, con
somnolencia, pesadez, modorra, gases, eructos, acidez, dolores de
cabeza, etc. Suele tener los miembros inferiores cansados, hormigueos,
adormecimientos, pies y manos frías, calambres (sobre todo nocturnos) y
problemas de piel. En general es constipado o alterna con alguna diarrea
explosiva. Exhibe intolerancias "discontinuas" a algunos alimentos, que
lo desconciertan. Evidencia problemas de cuero cabelludo y uñas, vista
irritada y en algunos casos problemas de agudeza visual, irritación de
nariz, crisis de estornudos matinales, resfríos periódicos y alergias
variadas. A veces
presenta manifestaciones respiratorias y neurológicas. En general se
despierta cansado, porque no tienen un reposo reparador: sufre
pesadillas, da vueltas en la cama, patalea, grita, castañea los dientes,
se orina en la cama, etc. Veamos estos aspectos en detalle, teniendo en
cuenta que las personas en general presentan varios síntomas pero no
necesariamente la totalidad.
Piel y cabello
El rostro es "desprolijo", con manchas, granos, acné, irritaciones
oculares y otras lesiones. El color y el olor de la piel es
característico, pues por allí se eliminan la mayor parte de las toxinas
parasitarias. Podemos hallar asperezas, erupciones, máculas, pápulas,
pústulas, manifestaciones psoriásicas, eccemas, acné, irritaciones,
úlceras, uñas quebradizas, panadizos, dishidrosis (enquistamiento del
sudor), caída del cabello, seborrea, caspa, cabellos con falta de
vitalidad, cortajeados, quebradizos y desprolijos, irritaciones en torno
a los orificios corporales.
Aparato respiratorio
Gran cantidad de pacientes con problemas de vías respiratorias,
deambulan durante años por distintos consultorios, probando infinidad de
tratamientos y técnicas sin ningún resultado. El caso de niños y
adolescentes con anginas a repetición, sin tener una mejoría duradera
pese a los tratamientos. La parasitosis intestinal desarrolla un cuadro
de tipo alérgico que puede provocar la inflamación e infección posterior
de las amígdalas. Es el mismo caso de las sinusitis crónicas que son
tratadas específicamente y no evolucionan favorablemente; en muchos
casos desparasitando al paciente, toda la sintomatología se revierte.
Cuando una parasitosis intestinal tiene una gran antigüedad y
magnitud (dos hechos de relevancia) pueden dar sintomatología "de tipo
asmático". En general estos casos son tratados durante años con todo el
arsenal terapéutico (corticoides, vacunas, nebulizaciones, jarabes, etc)
sin mejorar; y esto no sucede porque no son "asmáticos". El origen del
problema está dado por su parasitosis intestinal; esto se confirma
desparasitando, tras lo cual sobreviene la curación. Las bronquitis
alérgicas suelen tener el mismo origen y tratamiento. La crisis de
estornudos es otro síntoma por demás frecuente en el parasitado y en
general no se le da importancia; es muy molesta y en muchos casos va
asociada a picazón, secreción nasal y ocular.
Aparato circulatorio
En el sistema circulatorio central se manifiestan
precordialgias (dolores delante del corazón), taquicardias, sensación de
falta de aire, anginas, disneas cardiacas, etc. Estas manifestaciones
pueden presentarse a causa de una elevación diafragmática, consecuencia
de una parasitosis intestinal importante. En estos casos, los procesos
de putrefacción y fermentación están muy incrementados, el volumen de
los intestinos aumenta y esto genera presión hacia arriba, elevando el
diafragma. Esto implica una reducción del área pulmonar; esto trae
aparejado una disminución de la oxigenación de todo el organismo y sobre
todo del sistema nervioso central, provocando somnolencia, fatiga, etc.
También se genera un desplazamiento del corazón hacia adelante,
acarreando una sintomatología que rememora una patología cardíaca. En
estos casos, la desparasitación permite que el diafragma vuelva a su
lugar, disolviendo este cuadro engañoso.
A nivel del sistema circulatorio periférico se pueden
detectar calambres y caídas de presión, rebeldes a los tratamientos
clásicos. Esto se debe a la histamina, sustancia secretada por los
parásitos intestinales. La histamina es vasodilatadora, mecanismo que
genera la caída de la tensión arterial. Esta baja de presión hace que
los pacientes se sientan cansados, decaídos, con mareos y cefaleas. Los
dolores de cabeza del parasitado se deben también a la acción
histamínica. Cuando se dilatan los vasos craneanos, se comprimen
estructuras vecinas y es entonces cuando aparecen las cefaleas y
jaquecas. En general los pacientes toman fármacos vasoconstrictores, lo
cual alivia inicialmente el dolor, pero el problema persiste y solo
remite tras el desparasitado.
También pueden hallarse úlceras varicosas de antigua data, rebeldes
a los tratamientos clásicos. Esto se debe a las toxinas parasitarias,
que provocan esclerosis del "vaso nervorum", irrigación deficiente y por
tanto carencias que impiden regenerar la zona ulcerada; tratada la
parasitosis, la situación se revierte y cicatriza rápidamente. Las
várices se hacen más notables; se nota más la vascularización por
disminución de la oxigenación. Pueden aparecer sabañones y también
aumento de las manchas ocres, purpúreas y pigmentarias.
Otra consecuencia de la parasitosis son las anemias, en general
severas y de difícil tratamiento, ya que se producen por agotamiento
medular. Cuando la pérdida de sangre es grande pero de poca duración, la
médula ósea se activa y resuelve el problema. Pero si la pérdida es
pequeña pero continua, como sucede en el organismo parasitado, se puede
provocar un agotamiento del mecanismo y su reactivación suele ser
dificultosa. También puede manifestarse leucocitosis (incremento de
leucocitos en la sangre), con valores elevados que generan diagnóstico
erróneo de leucemia.
Aparato ginecológico
Suelen encontrarse trastornos menstruales de todo tipo, siendo
característico el agravamiento en el período premenstrual. Puede haber
atrasos en la menarca (primera menstruación), algomenorreas
(menstruaciones dolorosas), flujos crónicos (molestos y rebeldes a los
tratamientos locales, pues la parasitosis intestinal genera una especie
de "apuntalamiento microbiano", frigidez y esterilidad relativa.
En muchos casos, la flora vaginal está totalmente alterada, al igual que
su PH, debido a la contaminación parasitaria intestinal; entonces,
cuando los espermatozoides ingresan al medio vaginal, se encuentran con
un campo hostil que produce la muerte o atenuación de su capacidad de
reproducción. Son innumerables los casos donde, tras el tratamiento de
la parasitosis intestinal, se produce el embarazo. Muchas mujeres
sufren reiterados tratamientos e intervenciones por Bartholinitis
(frecuente proceso
inflamatorio-infeccioso de glándulas vaginales que producen lubricación
para favorecer el acto sexual, lo cual genera además dolor y
molestias), infructuosos a causa de la contaminación con la flora
patógena intestinal.
Sistema nervioso central
Se puede observar angustia, irritabilidad, insomnio, inestabilidad
emotiva, desgano, depresión con intento de suicidio (algo común y
recurrente en pacientes con parasitaciones de larga data). También es
común la pérdida de memoria y capacidad de concentración; esto se debe a
la aceleración del sistema nervioso central, por eso los olvidos y la
dificultad para concentrarse. Al desparasitar, la persona se calma,
empieza a recordar mejor y tiene un mejor rendimiento intelectual.
Son frecuentes los trastornos de conducta que pueden llegar a ser
graves (el típico "Jaimito"). Asimismo se suelen advertir convulsiones
“tipo epilépticas”; muchos niños, adolescentes y adultos son rotulados y
tratados como epilépticos (electroencefalogramas, fármacos),
deambulando por distintos consultorios sin resolver su problema, dado
que no son epilépticos. Al tratar su parasitosis, dejan de manifestar
esta sintomatología.
Aparato urinario
En este campo podemos encontrar enuresis (chicos que se orinan en
la cama), prostatitis, cistitis a repetición, infecciones renales,
poluciones nocturnas, hematurias (sangre en la orina), úlceras o
lesiones en el glande, impotencia sexual e incontinencia urinaria.
Órganos de los sentidos
En este campo se suelen manifestar: alteración de la agudeza visual
(pudiendo llegar a visión bulto e incluso a la ceguera), vicios de
refracción, conjuntivitis, orzuelos a repetición, eccemas de oídos,
otitis crónicas (supurantes o no), disminución de la audición, etc.
TESTIMONIOS SIGNIFICATIVOS
Si bien el sitio web www.fundacionrau.org.ar
brinda muchas historias clínicas y casos significativos, reproducimos
aquí un par de breves historias publicadas recientemente en medios
masivos y que seguramente identificarán a mucha gente. Una de ellas
pertenece a María Isabel Lang (54 años): “Me sentía hinchada, tenía
pensamientos sombríos y pesadez en la cabeza. Los médicos no encontraban
la causa del problema. Cuando por fin me recetaron pastillas
desparasitantes, despedí algunos parásitos, pero el malestar continuó.
Luego hice un tratamiento con hierbas amargas y ahí la cantidad que
expulsé fue mayor.
Despedía como semillitas, nidillos encapsulados y gran cantidad de larvas. Me empecé a sentir mejor anímicamente, con pensamientos más claros, a notar cambios en mi piel y en mi estado de salud en general”.
Despedía como semillitas, nidillos encapsulados y gran cantidad de larvas. Me empecé a sentir mejor anímicamente, con pensamientos más claros, a notar cambios en mi piel y en mi estado de salud en general”.
Otro testimonio interesante es el de Raquel Fernández (40 años),
oriunda de Misiones. “Además de problemas de tiroides y osteoporosis,
sentía las piernas hinchadas, altibajos anímicos, me brotaba por todo el
cuerpo, estaba nerviosa y me sentía muy agotada. Finalmente realicé un
tratamiento desparasitario. Sentí un dolor muy fuerte en el abdomen,
hasta que empecé a expulsar. Pensaba que estaba largando pedazos de
carne, pero no, eran parásitos redondos ya muertos. Después sentí mucho
alivio en el cerebro, ya no me brotaba y dejé de tener esa pesadez en
las piernas que no me permitía estar parada”.
Dr. Carlos Alberto Rau, presidente de la Fundación Parasitológica Argentina (www.fundacionrau.org.ar) y autor del libro “El inverosímil mundo de los parásitos”.
La "nueva" epidemia olvidada
Si tenemos una mascota, la llevaremos al veterinario y seguro nos
aconsejará desparasitarlo cada tres, cuatro o seis meses, dependiendo el
hábitat. En las sierras de Córdoba, y otras partes del mundo, dos veces
en el año las liebres y otros mamíferos comen hierbas amargas, como el
ajenjo, la altamisa u otras, para desparasitarse. Un perro, en el pueblo
o el campo, come pastos amargos para purgarse y desparasitarse al mismo
tiempo.
Cuarenta años atrás si usted iba al médico le aconsejaba
desparasitarse en cualquier visita anual. ¿Qué pasó en los últimos
tiempos? ¿Desaparecieron los parásitos y sólo existen virus y bacterias?
¿O será que las infecciones parasitarias no convienen de tratar? ¿O que
simplemente se pasan por alto por falta de diagnóstico?
También hay que aclarar que en Argentina existen pocos
especialistas en parásitos y en otros países están en extinción (no los
parásitos sino los especialistas en esta pandemia, que cada año limita
la vida de millones de personas y aún mata a millones más). Intereses
creados y mucho dinero de por medio serán los que expliquen semejante
dejadez por parte de las autoridades competentes…
Mientras tanto se sabe que una persona desparasitada es menos
propensa a todo tipo de enfermedades, que en los lugares donde se han
realizado desparasitaciones planificadas, se obtuvieron mejorías enormes
en rendimiento laboral e intelectual, menor índice de trastornos
nerviosos y emocionales, etc.
Pareciera que desparasitarse lo hace sentir mejor a cualquiera y se
enferma menos la población (¿explicará esto la tendencia mundial en el
ámbito de la salud pública y privada a desatender las parasitosis?). O
tal vez ese horrendo mito de que sólo los pobres y los países del tercer
mundo tienen parásitos. Horrendo y desacertado: todos estamos expuestos a nuestros depredadores, los parásitos.
Sin pretender extendernos demasiado, aclararemos algunos conceptos
básicos referidos al tema en cuestión. Los parásitos son los organismos
vivos más antiguos del planeta, viven de otros organismos (hospedador)
del cual obtienen todos sus nutrientes, sin aportarle beneficio alguno.
Este último intentará destruirlo a través de su sistema inmunológico,
dando como resultado una verdadera batalla entre antígenos y anticuerpos
que se puede extender desde pocos días hasta toda una vida. El parásito
no mata al huésped, pues él también moriría, pero lo enferma
quitándole el suministro energético (glucosa) y otros nutrientes
importantes como aminoácidos, minerales, vitaminas, hormonas, etc.
Pero el sistema inmunológico del ser humano no siempre triunfa
en esta batalla, ya que los parásitos lo pueden confundir cambiando la
producción de antígenos permanentemente o mimetizándose con células del
hospedador. O pegando las células defensivas de éste a la capa externa
del cuerpo del parasito, mientras “cambia” su piel y aprovecha para
seguir su camino rumbo a estratos más profundos del hospedero, allí
donde pueda sobrevivir y reproducirse con más tranquilidad. Todo esto
dependerá si se trata de protozoos (parásitos unicelulares, como las
amebas) o metazoos (helmintos o gusanos, como oxiuros o áscaris). Tanto
tiempo llevamos en esta lucha que ya tenemos genes enfermos por
parásitos, los cuales se trasmiten de generación en generación, por
ejemplo el gen de la anemia falciforme en zonas de malaria.
Y si ya todo esto le parece serio y se pregunta porque no existen
planes de prevención y tratamiento de las parasitosis, agreguemos que la
mayor parte de los parásitos se transmiten en el útero materno
(y no solamente la toxoplasmosis o el chagas). Por eso es menester que
la mujer y el hombre se desparasiten antes de la concepción. Veamos
entonces cómo podemos prevenir y curar esta infección crónica desatendida por legos y profanos en materia de salud.
Antes de pasar a los tratamientos, analizaremos algunos mitos y conceptos acerca de los parásitos:
Las parasitosis no son una enfermedad de la pobreza. El
hacinamiento en las grandes ciudades es hoy, junto al calentamiento
global, al abuso de medicación química, al consumo de alimentos
industrializados, etc, los factores que incrementan día a día las
infecciones por parásitos en los países desarrollados. Obviamente
también los países pobres sufren la situación, potenciada por malos
hábitos higiénicos.
El análisis de materia fecal no siempre da positivo. El coproparasitológico puede dar negativo y sin embargo podemos estar parasitados.
Los parásitos no son sólo esos gusanitos que viven únicamente en el intestino y se curan de palabra o tomando dosis únicas de ajo o pastillas. Son los seres vivos más antiguos e inteligentes del planeta.
Los parásitos buscan ir a lugares donde nuestro sistema inmunológico no
los ataque; intentan alejarse del intestino y lo logran, pasando al
hígado, y por circulación sanguínea alcanzan el pulmón, el corazón, los
ojos, el cerebro, el sistema nervioso y las glándulas (páncreas,
próstata, ovarios, etc), donde tienen asegurado el alimento.
Desparasitarse aisladamente no sirve. Se debe seguir un programa regular y familiar, dos o tres veces al año.
Los parásitos unicelulares se dividen cada seis horas. Imagínese la proliferación que podemos tener tras años de no desparasitarnos. Un dato: los helmintos (gusanos) ponen entre 180 y 250.000 huevos por día!!! Sí, leyó bien, no es un error de impresión.
CÓMO SABER SI ESTOY PARASITADO
Como dijimos, si no nos desparasitamos regularmente, todos sufrimos esta lucha inmune, y la perdemos muchas veces. Si vivimos en contacto con los factores de riesgo antes mencionados, desparasitarnos será imprescindible. Si ha tenido diagnóstico de estrés, síndrome de fatiga crónica, fibromialgia, candidiasis, colon irritable, crisis de pánico, alergias y tantos otros, pruebe a desparasitarse y seguro encontrará alivio a estas manifestaciones. Si tenemos algunos de los siguientes síntomas, es seguro que tenemos que desparasitarnos:
• Fiebres periódicas a repetición, generalmente bajas (entre 37,2º y 39º)
• Alteraciones del apetito, como bulimia y anorexia
• Geofagia (tendencia a comer tierra en los niños)
• Astenia, cansancio y agotamiento súbito (más común antes del almuerzo y por la tarde)
• Necesidad imperiosa de dulces
• Digestión lenta
• Dolores tipo cólico (intestinal, hepático, menstrual, estomacal)
• Diarreas y estreñimientos alternados (irritabilidad del colon)
• Meteorismo (gases)
• Distensión abdominal
• Halitosis (mal aliento)
• Cefaleas
• Insomnio, sueño entrecortado, mal descanso, rechinar los dientes y bruxismo.
• Fobias sociales
• Tics nerviosos
• Convulsiones
• Pérdidas abruptas de la visión y la memoria
• Prurito anal, nasal, vulvar y ocular
• Urticarias
• Bronquitis y bronquiolitis (tos seca)
DESPARASITADO GENÉRICO
Desde el punto de vista de muchas culturas antiguas y por experiencia personal, más que una desparasitación aislada, es necesario seguir un plan anual y familiar para lograr óptimos resultados.
Antes de iniciar una desparasitación, es necesario que la persona
sepa acerca de reacciones que son normales, leves y transitorias, al
iniciar la toma de hierbas. Puede haber febrícula (desaparece en doce
horas), mucosidad en nariz, garganta, oídos, bronquios (se debe a la
muerte de parásitos en las vías respiratorias), eccemas en la piel,
urticarias pasajeras, diarreas o flujos vaginales. Todo se debe al
genuino proceso de curación interna. Nunca hay que reprimir el síntoma. En cambio se pueden reemplazar las hierbas antiparasitarias durante siete días, tomando en su lugar barba de piedra o eucaliptus. Cuando pasen totalmente los síntomas, se retoman las hierbas antiparasitarias.
La mejor recomendación de las hierbas, será siempre la que brinde
un profesional en la materia, para su caso en particular. Sin embargo
sabemos que es poca la formación e información en parasitología, por lo
cual recomendaremos algunas hierbas que no poseen efectos colaterales,
son inocuas y están avaladas por la legislación vigente.
Sugerimos el uso de extractos hidroalcohólicos, ya que las hierbas
para infusión requieren dosis precisas. Estos extractos deberán ser de
buena calidad, hechos a partir de plantas recolectadas en su justo
momento y forma; de lo contrario estaremos perdiendo el tiempo.
Para mayor efecto desparasitante, se aconseja combinar una hierba de sabor amargo con otra picante.
El amargo limpia al organismo a través de intestinos y vías urinarias,
equilibra el pH y destruye algunos tipos de parásitos; en tanto el sabor
picante mata otros tipos de parásitos y depura a través de la piel,
acelerando el proceso. Existen hierbas amargas y picantes, frías y
calientes, que elegiremos en función de nuestros síntomas.
Si usted sufre el calor, tiene acidez estomacal, llagas en la boca,
necesidad de bebidas frías, cara roja, irritabilidad, ojos rojos,
hipertensión… entonces necesitará tomar hierbas frías, por ejemplo altamisa (Altamisa tenuifolia) o nencia (Gentianella achalensis) que son amargas, junto con eucaliptus (Eucaliptus globulus) o suico (Tagetes minuta) que son picantes. Como dijimos se combina una amarga y una picante.
Por el contrario, si sufre más el frío, tiene cara y labios
pálidos, necesidad de alimentos y bebidas calientes, contracturas que se
alivian con el calor… entonces necesitará tomar hierbas calientes, por ejemplo artemisa (Artemisia vulgaris u otras especies, ya que todas las artemisas son amargas y calientes), junto con eucaliptus (es fría y caliente al mismo tiempo) o clavo de olor (Eugenya caryophylus) que son picantes.
Si siente síntomas confusos, fríos y calientes al mismo tiempo,
puede usar una amarga caliente, junto a una picante fría. Por ejemplo, artemisa (Artemisia vulgaris) que es amarga caliente y suico (Tagetes minuta) que es picante fría.
La forma de tomarlas es tantas gotas diarias como kilogramos de
peso tiene la persona, dividido en dos ingestas. Es decir, si alguien
pesa sesenta kilos (60kg) deberá tomar en total sesenta (60) gotas al
día. Al combinar dos extractos, tomaría quince (15) gotas de cada uno,
dos veces por día. Es conveniente hacer las tomas por la mañana en
ayunas y por la tarde o antes de cenar, diluidas en medio vaso de agua.
Estas hierbas se tomarán todos los días durante dos meses. Lo más recomendable es hacer el proceso en primavera, verano y otoño, o sea tres veces por año,
sobre todo para quien tenga mucha sintomatología, factores de riesgo,
previo a un embarazo, consumo de aguas parasitadas, convivencia con
mascotas, etc. En casos más leves, basta con hacer el proceso dos veces por año, en primavera y otoño, pero siempre durante dos meses.
Una vez por año, por ejemplo en primavera, al terminar la desparasitación, es conveniente realizar una purga, excepto niños, que puede ser con aloe vera
o cualquier especie de aloes. Se corta una hoja fresca y se licua con
cáscara y espinas, luego se cuela y se toma una taza de ese jugo, sin
endulzar, en ayunas por la mañana. Si no da resultado (si no produce una
diarrea), repetir la toma a la mañana siguiente. Allí verá salir restos
de parásitos muertos y huevos. Otra hierba que se puede usar es el ruibarbo
(Rheum palmatum); 10 gramos de raíces en decocción de 4 minutos en
medio litro de agua (hervir 10 gramos en medio litro de agua durante 4
minutos), dejar en reposo 15 minutos, colar y tomar por la noche antes
de acostarse, no debiendo repetirse la toma.
Las embarazadas no deben desparasitarse y tampoco los niños menores de dos años,
salvo expresa indicación de un especialista. Como dijimos antes, si
comienzan los síntomas curativos antes nombrados, se suspenden los
extractos iniciales y se pasa a barba de piedra o eucaliptus
(uno de los dos), siempre en dosis diarias de una gota por kilo de
peso, durante siete días. Luego se retorna a los extractos que se venían
tomando antes.
Este simple plan lo mantendrá desparasitado y seguramente muchos
síntomas “raros”, preocupantes para usted pero desatendidos muchas veces
por la ortodoxia médica, se aliviarán o desaparecerán. De todos modos,
en esta era de información es importante leer más al respecto o
consultar dudas con algún profesional en la materia.
Las hierbas antes recomendadas no son las únicas antiparasitarias,
existen muchas más, simplemente se nombran estas por ser aceptadas por
las normas vigentes y fáciles de encontrar; además por ser muy efectivas
y desprovistas de riesgos. Aunque no está demás reiterar que las
hierbas son seres vivos; si están en mal estado o mal preparadas, no
lograremos el efecto esperado.
Para quienes deseen hacer un tratamiento más completo e integrado,
se sugiere combinar las plantas medicinales con alimentos cotidianos
como el ajo, la cebolla o las semillas de zapallo (ver apartado Arsenal
Antiparasitario, más adelante).
También existen aparatos eléctricos que emiten una onda cuadrada
(zapper), que usados todos los días ayudan a las hierbas en su función
antiparasitaria. Estos aparatos funcionan básicamente con frecuencias
bajas de onda cuadrada, que alteran el sistema nervioso del parásito,
sin ningún riesgo para el ser humano. Igualmente, el aparato por sí sólo
no funciona; son las hierbas quienes además de matar parásitos, nos
brindarán un incremento de inmunidad para luchar cada vez con más
efectividad contra los mismos.
Para finalizar, diremos que es recomendable en invierno,
período en que los parásitos están en letargo en el medio ambiente y por
tanto es más difícil parasitarnos, fortalecer y limpiar nuestro hígado y
riñón. Es decir, limpiar los filtros, como hacemos con cualquier
máquina. Esto hará que los órganos vitales encargados de la limpieza,
filtren restos de parásitos muertos y demás tóxicos. Algunas buenas
hierbas para esto son: ortiga (Urtica dioica), zarzaparrilla (Smilax campestris) y cola de caballo
(Equisetum giganteum). Usar una o dos de estas hierbas y tomarlas en
extractos, como se indicó anteriormente (en total una gota diaria por
kilo de peso, repartidas en dos tomas), durante dos meses.
*Omar Riachi,
conocedor de la medicina herbal aborigen de los comechingones y de los
kallawayas, especialista en Medicina Tradicional China por la Asociación
de Acupuntura China en Argentina y posgraduado en Holguín (Cuba),
docente de la Escuela Argentina de Medicina Tradicional China, ex
docente del curso de Medicina Tradicional y Fitoterapia de la
Universidad Nacional del Comahue (Neuquén, Argentina) y director de la
escuela de Fitoterapia y Medicina Tradicional Aborigen Kallawaya
Parásitos y propóleo
La propiedad antiparasitaria es uno de los efectos más notables del propóleos; ya que éste llega a todo el organismo, a diferencia de los antiparasitarios de línea, que sólo transitan por el tubo digestivo.
Estos efectos estarían mediados por los flavonoles, en especial el
acetoxibetunol, y los ácidos fenolcarbónicos. También por la formación
de compuestos de radicales bencílicos que surgen a partir de la
presencia de los ácidos oxi y metoxibenzoicos. Influye mucho el
propóleos en el metabolismo de muchas formas de parásitos por inducir la
fosforilación de oxidación.
En las experiencias realizadas se ha mostrado igual o más efectivo
que los antiparasitarios de línea; potenciándose ambos cuando se los usa
juntos. El hecho de tener la presencia del antiparasitario en todo el
organismo, lo hace imprescindible en aquellas parasitosis que no se
limitan al tubo digestivo, como pueden ser las amebiasis, hidatidosis y
giardiasis, por ejemplo. En el caso de amebas, con ubicación
preferencial en el hígado, o la hidatidosis en pulmones, es una
excelente alternativa (cuando no, la única), ya que, reitero, los
antiparasitarios de línea no se difunden a estos órganos.
Especial interés merece la giardiasis, tan frecuente y tan pocas
veces diagnosticada. Ya sea por su localización alta, lo que hace que no
se manifieste en los análisis; o por no estar presente en la memoria
del médico al realizar los exámenes y la anamnesis. Muchísimas veces,
pacientes portadores de esta parasitosis reciben tratamientos
sintomáticos por otras patologías sin llegar al fondo de la cuestión ni
hallar una solución para un crónico mal estado de salud.
Los cuadros más frecuentes provocados por giardias son las
dermatitis, síndromes asmáticos, infecciones urinarias y cuadros
respiratorios. Todos ellos en forma frecuente, con recaídas y
resistentes a los tratamientos convencionales. También, por su
localización en vesícula, las giardias suelen provocar manifestaciones
de hipofunción hepática, con dolores en la zona derecha, inflamación del
hígado y sobre todo, mala digestión.
Si las giardias son identificadas, se procede a realizar un
tratamiento con antiparasitarios de línea. Al estar éstas acantonadas en
vesícula, es lógico pensar que el antiparasitario matará las que estén
en el tubo digestivo y ninguna fuera de él. Las giardias sobrevivientes
en vesícula, en poco tiempo harán una reinfección, volviendo los
síntomas anteriores. En el caso del tratamiento con propóleos, al
eliminar éste todas las giardias del organismo, se obtiene una curación
total; quedando como posibilidad de reinfección solamente el ingreso de
huevos de giardias desde el exterior. Uno de los inconvenientes para el
diagnóstico de certeza de las giardias, es que solamente se puede hacer
(si no aparecen en materia fecal) por sondeo y aspiración duodenal;
procedimiento por demás engorroso y traumático, sobre todo en niños.
El propóleos, con su casi ausencia de contraindicaciones y la total
ausencia de efectos colaterales, se impone como un aliado ante los
síntomas mencionados precedentemente (sobre todo si son refractarios a
tratamientos convencionales), permitiendo realizar a posteriori un
diagnóstico por eliminación. Las dosis para el tratamiento de giardiasis
deberán ser ajustadas por el médico, de acuerdo al peso del paciente.
Las mismas se darán en series de siete días, con intermedios de
descanso, que permiten la eclosión de los huevos (que non afectados por
el propóleos) para que la siguiente serie encuentre a los últimos
adultos.
AMPLIO ESPECTRO
Si bien ya se vio gran parte del uso del propóleos en el ámbito de
la giardiasis, es necesario aclarar que la experiencia hasta el presente
lo indica como altamente efectivo en todo tipo de parasitosis. En
nuestro país, las más comunes son oxiuros (el pequeño gusanito blanco),
áscaris lumbricoides (gusano más grande, frecuentemente chato, al
hallarlo, con una línea media) y giardias. Esto cubre el espectro
“conocido”, ya que hay extensas zonas marginales con población que vive
en precarias condiciones, en donde es frecuente que se conviva con otras
parasitosis, por ejemplo amebas (que no siempre dan sintomatología
precoz), hidatidosis (la temible tenia del perro que se la encuentra de
casualidad, por algún otro estudio, en el ser humano, con pronóstico
sombrío o al menos invalidante para el portador) y el sinnúmero de
parasitosis tropicales del norte.
Es cierto que el parásito no ocupa cualquier huésped, tanto los
internos como los externos; pero cuando las condiciones de vida son muy
precarias y se convive con los parásitos, todo ser vivo es huésped
obligado. En estos casos el propóleos llevará un gran alivio antes de la
próxima reinfección. De no mediar un cambio en las condiciones
ambientales, nada se cambiará a largo plazo. Como no se puede desde aquí
cambiar políticas ni sensibilidades, se indicará el uso del propóleos
como en cualquier otra patología, a partir del diagnóstico de certeza
del laboratorio o de la sospecha de la parasitosis.
Normalmente las parasitosis tienen una altísima frecuencia en zonas
rurales o poco pobladas. Ello hace que el médico de las ciudades no lo
tenga en mente como práctica diaria; como no tiene presente una
mordedura de víbora. Generalmente, es la madre del niño afectado la que
diagnostica y sugiere el tratamiento al médico; y esta opinión debe ser
tenida en cuenta.
La mayoría de las parasitosis cursan con síntomas indirectos y
difusos. Se vio en giardias que podía haber dermatitis, síndromes
alérgicos, náuseas, mala digestión, afectación de la función hepática. A
ello se debe agregar la inquietud, mal dormir, rechinar de dientes
(cosa que lleva a desgastarlos en forma irregular), picazón de nariz y
ano, etc. En la práctica diaria, se observa que muchas personas que
comienzan a consumir propóleos, manifiestan picazón en el ano los
primeros días, para luego desaparecer. Es obvio que había parásitos que
no estaban reconocidos y el propóleos los llevó más lejos hasta
eliminarlos.
La mayoría de los parásitos se asientan en el tubo digestivo y ello
facilita el tratamiento. Otros suelen ubicarse en vesícula, hígado u
otros órganos donde no llegan los antiparasitarios de línea. Lo común
con los parásitos intestinales es realizar dos series de tratamiento con
propóleos, de siete días cada una, con un intermedio de cinco días.
Ante la sospecha de parasitosis no intestinales, se deberá ampliar a una
serie más, o todas las que sean necesarias, incluso aumentando las
dosis.
La dosis, hablando de solución hidroalcohólica de propóleo al 10%, es de una gota diaria por kilo de peso, repartida en tres tomas diarias, lejos de las comidas (ejemplo: una hora antes de desayuno, almuerzo y cena). Siempre realizar series de siete días, con descanso de cinco días.
En todas las parasitosis, tanto internas como externas, se indican
las series con los descansos intermedios por la razón de que ningún
antiparasitario elimina los huevos de los parásitos. Todos eliminan las
formas adultas, quedando los huevos, que eclosionan a los 8 días y allí
los encuentra la nueva serie, eliminándolos antes de una nueva postura.
Por ello es que se debe respetar la segunda (o tercera) serie. También
se puede hacer el tratamiento sin el descanso de los cinco días, ya que
el mantenerlo permanentemente puede obedecer a otros fines como levantar
las defensas, combatir un resfriado, etc.
Dr. Julio César Díaz, presidente de la Asociación Argentina de Apiterapia www.aadapiterapia.org.ar y autor del libro “Apiterapia hoy”.
Arsenal antiparasitario
Si bien el tema nutricional está desarrollado en el libro
“Nutrición Depurativa”, conviene aquí puntualizar algunas
recomendaciones que tienen que ver con el manejo de aliados claves en el
control y prevención de la parasitosis.
Por sentido común, no debemos ingerir aquellos alimentos que
estimulan el desarrollo de los parásitos. Nos referimos a los productos
lácteos en general, los azúcares refinados (sacarosa, jarabe de maíz de
alta fructosa), las harinas (sobre todo las refinadas), los alimentos
excesivamente dulces en general...
También por lógica debemos intensificar el consumo de
alimentos con reconocido efecto antiparasitario: las semillas de zapallo
(tenias, áscaris, oxiuros), el ajo (áscaris, oxiuros), la cebolla
(áscaris, oxiuros), la zanahoria (oxiuros, áscaris, tenia), la granada
(tenias), el arándano (oxiuros), las aceitunas y el aceite de oliva, la
papaya (tenias, áscaris, oxiuros), el apio, el hinojo, etc.
En general todos los alimentos amargos, las hojas verdes y sobre todo los miembros de la familia de las crucíferas,
son interesantes aliados para combatir parásitos: achicoria, alcaucil,
apio, raíz de bardana, berenjena, berro, brócoli, cardo blanco,
coliflor, diente de león, endibia, escarola, espárrago, hakuzai, hinojo,
lechuga, nabo, ortiga, perejil, pimiento, puerro, rabanito, repollo,
repollito de bruselas, rúcula, salsifí, etc.
Respecto al diente de león, es bueno puntualizar su
importancia como planta clave en la cuestión parasitaria. Como bien dice
Raymond Dextreit, conocido naturista francés, más allá de combatir los
parásitos, es importante crear un medio que no les permita sobrevivir.
Una bilis abundante y bien equilibrada en sus componentes, impide el
desarrollo de larvas y huevos. Siendo uno de los mejores estimulantes de
la función biliar, la ingesta de diente de león es sumamente
aconsejable en todas sus formas: raíces, hojas y flores en comidas, extractos y tinturas, etc.
Dado que las verduras de hoja son responsables de contagios, a
causa de la ocasional presencia de huevos, larvas, quistes y parásitos
unicelulares, es recomendable un buen lavado de las mismas. De
allí el hábito de remojar las hojas en agua con vinagre o limón,
lavándolas bien a continuación. En este sentido, es importante un buen filtrado del agua de consumo.
El repollo es una hortaliza de elevado efecto
antiparasitario. Es muy recomendable el jugo de repollo, tomando al
menos 100cc diarios en ayunas, durante una semana; para mejorar su sabor
puede adicionarse jugo de limón y/o zanahorias. También es útil el
chucrut (repollo fermentado en sal) y el llamado yogurt de repollo (ver
Apéndice). Justamente el uso de fermentados no pasteurizados
(kéfir de agua, salsa de soja, miso, etc) es muy recomendable por su
estimulación de la benéfica flora bacteriana, encargada de general el
control sobre los huéspedes parasitarios. En este sentido son
aconsejables las algas, los germinados y el agua enzimática
que se obtiene remojando los brotes durante 48 horas (rejuvelac).
También es recomendable el consumo del gel de la hoja del aloe.
Dado que algunos de estos elementos suelen ser rechazados por las
personas parasitadas (adictas a los sabores dulces), es bueno incluirlos
en batidos y licuados, mezclados con frutas y leches de semillas. En
general todas las semillas poseen principios activos útiles en estos casos, sobre todo consumidas con su piel.
Es interesante el uso del zapallo como antiparasitario
intestinal, dada su amplia disponibilidad y su probada inocuidad, sobre
todo en niños, quienes a partir de los 5 meses de vida pueden ingerir su
pulpa. También es recomendable la preparación de leche de semilla de zapallo.
Se realiza con 50 gramos de semillas peladas, remojadas durante 12
horas en 500cc de agua. Luego se licua bien, agregando algo de miel.
Esto se toma por la noche al acostarse. La cucurbitacina, principio
activo presente en las semillas y en menor medida también en la pulpa,
es efectiva en casos de lombrices (tenias, áscaris, oxiuros) y su uso
está exento de riesgos.
El desparasitado con semillas de zapallo, inicia con 12
horas de ayuno previo (comenzar la abstinencia de alimentos por la
tarde, tomando luego solo agua). El día del tratamiento, se consumirá
solamente una combinación de semillas de zapallo peladas (100g en niños y
200g en adultos), trituradas y mezcladas con miel. Para facilitar el
licuado y la ingesta, puede adicionarse agua. Esta mezcla se dividirá en
3 porciones (desayuno, almuerzo y cena). Una hora después de la última
ingesta, debe tomarse un purgante (batido de aloe, como se indicó en el
tratamiento genérico) y observar luego la deposición. En caso de no
advertir presencia de parásitos, repetir el tratamiento 2 o 3 días
después.
La familia de las liliáceas también aporta un significativo efecto
antiparasitario, dado la respuesta repelente de estos compuestos
azufrados. Son conocidas las recetas en base a cebolla y ajo para combatir parasitosis intestinales. Es el caso de la tintura de ajo,
que se toma diluida en agua o jugos, antes de las comidas. El ajo es
probadamente eficaz contra tenias, oxiuros, giardias, trichomonas y
amebas, siendo de amplio espectro y muy bien tolerado por
el organismo. Además el ajo aporta otros beneficios importantes, al ser
fluidificante de la sangre, antihipertensivo, antioxidante,
desintoxicante hepático, antitumoral, hipoglucemiante,
inmunoestimulante, antiulceroso…
Otros grandes aliados antiparasitarios bien aceptados son los condimentos,
que desde tiempos inmemoriales la humanidad utilizó para controlar las
parasitosis. Si bien casi todos tienen efectos interesantes, merecen ser
destacados la cúrcuma, la pimienta, el estragón, el tomillo, la canela,
el pimentón y los chiles en general (pimiento de cayena).
En materia de hierbas con efectos antiparasitarios, podemos
citar entre otras: altamisa, artemisa, acedera, ajenjo, bardana,
carqueja, paico, suico, uña de gato, yerba carnicera, cuasia amarga,
helecho macho, cáscara de granada, genciana, ruda, diente de león,
poleo, etc. Como ya hemos visto, el uso de las hierbas es recomendable
en la medida que se respeten dosificaciones y continuidad del
tratamiento. Esto último es esencial para cortar los ciclos
reproductivos (los parásitos mueren, pero quedan los huevos que inician
el proceso vital) y evitar generar reacciones de adaptación por parte de
los bichos.
No olvidar el uso de hierbas para las prácticas purgantes, recomendadas luego de cada serie desparasitante. Se puede usar el aloe vera
(todas las variedades son útiles a este fin). Se corta una hoja fresca y
se licua completa, con la cáscara. Luego se cuela y se toma una taza de ese jugo, sin endulzar, por la noche al acostarse y otra por la mañana en ayunas. Si no da resultado (si no produce diarrea), repetir la toma al día siguiente.
También puede usarse una efectiva mezcla purgante,
combinación equilibrada de cuatro hierbas depurativas (yerba del pollo,
retamilla, sen y zaragatona), cuyo sinergismo potencia el efecto
laxante, tan necesario luego de un trabajo desparasitante. Actúa sobre
los principales órganos internos, eliminando sustancias tóxicas y
parásitos. Las hierbas se cocinan brevemente y se toma ½ litro de la decocción por la noche al acostarse y ½ litro por la mañana
al levantarse. Esa noche conviene cenar abundantes frutas y verduras.
Luego por la mañana conviene ingerir jugos de clorofila y/o kéfir de
agua, a fin de estimular la regeneración de flora intestinal. Si no se
advierte efecto laxante (diarrea), repetir al día siguiente. El momento
ideal para purgar es próximo a luna llena y a fines del verano.
A nivel homeopático se puede citar la Cina 3X, como
antiparasitario de amplio espectro. Se recomienda un tratamiento de 10
gotas antes de almuerzo y cena durante una semana, descansando una
semana y repitiendo en la siguiente. Sobre el propóleo ya nos hemos ocupado previamente.
El uso de la arcilla como antiparasitario, es algo que los
animales y las personas en estado “salvaje”, hacen en forma intuitiva.
La arcilla estimula la eliminación de parásitos, tanto los unicelulares
(amebas), como los gusanos, y sus toxinas, mineralizando el organismo
debilitado. Se ingiere apenas una cucharadita (tamaño café) de arcilla
en polvo disuelta en medio vaso de agua mineral, durante 14 días
corridos en ayunas. Posteriormente descansar 7 días y luego continuar 7
días si y 7 días no. En el caso de las mujeres que tienen la
menstruación deben dejar de ingerirla durante esos días. Luego continuar
normalmente.
Otro recurso antiparasitario es el café, sobre todo utilizado en forma de enema,
mediante una pera para ducha rectal. Uno de los efectos de la infusión
de café es destruir los áscaris y sobre todo estimular el flujo biliar
hacia los intestinos. Hemos visto que la bilis crea condiciones que
impiden el desarrollo de parásitos y larvas.
EL NECESARIO DESPARASITADO
El desparasitado es un trabajo periódico y permanente, ya que
estamos en continuo contacto con nuestros depredadores naturales. La
periodicidad de estas prácticas y la calidad de nuestra nutrición,
determinarán el grado de invasión parasitaria con el cual convivimos y
las consecuencias que experimentamos.
Como en el caso de las limpiezas del organismo, lo más común es que el lector se enfrente por primera vez
con esta temática, de la cual podrá tener vagos recuerdos infantiles si
es algo mayor. Lo que era habitual hasta promediar el siglo pasado, hoy
es “cosa de viejos”. Así que deberemos aprender y practicar las principales técnicas naturales.
Dado que la temática de los parásitos es vasta, poco investigada y
sobre todo, no relacionada con nuestros modernos desequilibrios (mucosa
permeable, debilidad inmunológica, agotamiento hepático, desorden
alimentario, etc), el lector deberá ir aprendiendo, experimentando y alternando distintas opciones.
En general, recomendamos abordar el tema desde distintos ámbitos contemporáneamente: secuencia desparasitante, alimentos (despensa antiparasitaria), biofrecuencias (zapper), etc. Obviamente el abordaje múltiple incrementa la eficiencia del proceso y al mismo tiempo la magnitud de las reacciones (saludables) que se experimentarán.
Por ello cada uno deberá ir regulando el arsenal de prácticas,
según su tolerancia individual y sus necesidades. Como en el caso de las
compras, hay quienes prefieren pagar en cómodas cuotas con intereses y
otros que optan por abonar al contado y con descuento!!! Pero lo que no debemos hacer es pasar por alto el abordaje antiparasitario.
Como base se sugiere una secuencia de herramientas no tóxicas, que puede comenzar con una serie de propóleo (excelente anti giardias), luego una serie de tinturas vegetales (el caso de altamisa y suico, combinadas), después una serie de arcilla (ingesta), a continuación una secuencia del homeopático Cina 3X y en forma intercalada, un mes de plata coloidal (tal vez el desparasitante más fisiológico, ver monografía). Luego se sigue con otra serie de propóleo, otra de tinturas
(como genciana y eucaliptus), otra de arcilla… y así sucesivamente con
la plata coloidal intercalada. Conviene un purgado depurativo al final
de cada serie de tomas, con hojas de aloe o con la mezcla purgante; esto no es necesario cuando estamos transitando los andariveles del Proceso Depurativo (siempre recomendamos el desparasitado en este marco depurativo).
Es importante comprender que se trata de un proceso de mediano y largo plazo, que requiere paciencia y constancia, si pretendemos resultados liberadores. En cualquier caso, es siempre importante evitar la represión
de eventuales síntomas: fiebre, congestión de vías respiratorias,
estado gripal, migrañas, nauseas, sensaciones depresivas… Cada uno puede
ir manifestando alguno de estos síntomas, en relación a la intensidad de su parasitosis y al abordaje elegido. Los síntomas pueden darse aislados o combinados y generalmente en crisis que no exceden el ciclo de 7 días. En cualquier caso, serán siempre señal de un acertado efecto sobre los parásitos y de la correspondiente mortandad generada.
fuente:
Cortesía de Tahíta
Un Mil Bendiciones y Una Más
Sol Monasterio
fuente:
Cortesía de Tahíta
Un Mil Bendiciones y Una Más
Sol Monasterio
Magnífico
ResponderEliminarMagnífico
ResponderEliminarRecomienda también la desparasitación de Andreas Kalkher, tomando trilombril, Lomper, tierra de Diatomeas, aceite de ricino, etc...?
ResponderEliminarExcelente trabajo
ResponderEliminar