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4 oct 2014

“Lo que pensamos tiene una enorme influencia sobre nuestra salud”


Psicofarmacóloga de prestigio internacional, dentro de la comunidad científica, se la conoce fundamentalmente por su descubrimiento del receptor opiáceo en 1973, punto de partida a una sucesión de hallazgos de otros receptores y sus neurotransmisores, con el consiguiente impacto en el conocimiento de las bases químicas del funcionamiento del cerebro, los neurotransmisores y las endorfinas. Sus estudios han resultado esenciales para el desarrollo de un nuevo campo de la medicina denominado psiconeuroinmunología.
Los más de 25 años de investigación y especialización de la doctora Pert en la base molecular de los neuropéptidos y sus receptores, tanto en el cerebro como en el sistema inmunológico, han proporcionado la base científica para un nuevo campo de la medicina y la farmacología denominado como psiconeuroinmunología, ámbito que implica la comunicación entre mente y cuerpo y la importancia de las emociones como puente entre estas dos partes, habitualmente tratadas como separadas. Como ella misma dice: “La mayoría de lo psicólogos tratan la mente como separada del cuerpo, un fenómeno con apenas conexión con el cuerpo físico. Inversamente, los médicos tratan al cuerpo como desvinculado de la mente y las emociones. Pero el cuerpo y la mente no están separados y no podemos tratar ni entender a uno sin el otro. Investigaciones científicas están demostrando que el cuerpo puede y debe ser curado a través de la mente,  y la mente puede y debe ser curada a través del cuerpo”.

Candace Pert ha escrito más de 250 publicaciones científicas y ha trabajado como jefa de sección de bioquímica cerebral en la rama clínica de neurociencia del NIMH (Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos). También ha escrito dos libros que desafortunadamente no han sido traducidos al castellano: Molecules of Emotion y All you need to know to feel good (“Las moléculas de las emociones” y “Todo lo que necesitas saber para sentirte bien”). Las implicaciones de sus hipótesis y  los resultados de sus investigaciones plantean un salto cualitativo de perspectiva sobre cómo funciona el cuerpo humano, nuestra salud física y bienestar psicoafectivo. Una visión que integra las partes, poniendo el foco en los procesos y el funcionamiento del Todo.


¿A qué se refiere exactamente cuando afirma que su trabajo y el de otros científicos supone un gran cambio de paradigma en la medicina y la fisiología?


La idea principal es que lo que pensamos tiene una enorme influencia sobre nuestra salud. La mente, las ideas y las emociones afectan a nuestras moléculas, a nuestra salud física, mucho más de lo que se creía. Durante mucho tiempo, el concepto de la medicina psicosomática no se tomó muy en serio, e incluso se ridiculizó. Sin embargo, creo que los estudios científicos, algunos de ellos con mi participación, han demostrado que las emociones son en realidad las moléculas que rigen toda la fisiología.

Una forma de ver el cambio de paradigma es a través de la unión de la física cuántica y la biología. Cuando las unimos, nos damos cuenta de que los cuerpos y los órganos no son independientes. Existe una conexión entre los seres humanos en la que se basan la medicina holística y la espiritualidad. Se trata de estudiar científicamente la conexión que nos une. Actualmente no podemos enunciar una ecuación que la defina, pero es evidente que lo que pensamos afecta a lo que sucede, y que lo que hace una persona en un lugar incide sobre otras personas en otros lugares. Las emociones no son sólo unas moléculas físicas del organismo, sino una vibración, una energía que influye sobre el mundo. De hecho, creo que las emociones son un puente no sólo entre la mente y el cuerpo, sino también entre el mundo físico y el espiritual.

¿Podría explicar esa visión a partir de un ejemplo como la música?

La música consiste en unas pautas ordenadas de vibraciones de diferentes frecuencias, que nuestro cuerpo percibe. Nuestro sentido del oído no se limita a las orejas; cada una de nuestras células posee canales iónicos y receptores que sufren cambios en respuesta a las vibraciones, y en función de estos cambios, las células y todo el organismo y sus funciones cambian, para bien o para mal. Por tanto, la música es una forma de comunicarnos entre nosotros, al igual que las emociones, ya que como ellas posee una cualidad emocional. Todos los sonidos que oímos afectan a nuestro organismo. La música es un ejemplo de sonido agradable, pero también estamos expuestos a mucha contaminación electrónica, que ataca los nervios de todo el mundo. Existe un ruido electrónico que no percibimos con los oídos, pero que afecta a nuestras células y a los receptores del organismo.

Las moléculas de la emoción

Las moléculas de emoción, ¿afectan a todas nuestras células o sólo a una parte? Y, si es así, ¿a qué porcentaje?

Todas las moléculas poseen un aspecto vibracional y otro de partícula o fisiológico. Evidentemente actúan en los dos planos. En el plano fisiológico, las moléculas de las emociones se desplazan por el cuerpo y encajan en los receptores de las células tal y como una llave encajaría en su cerradura. Cuando esto ocurre, producen un cambio en la célula. Lo magnífico y sorprendente es que estas moléculas de las emociones afectan a todas las células del cuerpo. Antiguamente, a los científicos no les gustaba hablar de las emociones. Las consideraban algo superfluo y sin demasiada importancia, que había que reprimir. Luego surgió la idea de que todo estaba en el cerebro. Aún hay muchos neurólogos que hablan de las amígdalas, el hipotálamo y el sistema límbico como la única base de las emociones.

Sin embargo, posteriormente empezamos a encontrar esas moléculas, como las endorfinas y sus receptores correspondientes, por todas partes: en las células inmunes, que se desplazan por todo el organismo, en las células adiposas, a lo largo de la médula espinal, etcétera. Se ha constatado que esas moléculas y las células con receptores para las mismas se encuentran efectivamente en las partes del cerebro relacionadas con las emociones, pero también en la totalidad de las células del organismo.

Así pues, existe una especie de sistema de comunicación a través del cual todo el cuerpo responde a una emoción concreta. Mientras que antes creíamos que las emociones sólo nos afectaban psicológicamente, ahora resulta que nos afectan físicamente. Esta visión sistémica de la unidad entre cuerpo y mente, de la interconexión entre el organismo, la psicología y las emociones, ¿qué implicaciones tiene respecto a las enfermedades? Puesto que todo está relacionado, puede que las enfermedades no sean únicamente físicas…

Efectivamente, las enfermedades tienen siempre un aspecto psicológico, no son únicamente físicas. Es imposible separar lo físico de lo mental. Contamos con muchos estudios científicos y experimentos psicológicos serios que demuestran que nuestras ideas, creencias y expectativas influyen sobre nuestra salud y fisiología. Por ejemplo, y aunque parezca sorprendente, las personas perciben lo que esperan percibir. Desde el punto de vista anatómico, las moléculas de la emoción se encuentran en las zonas de nuestro cerebro encargadas de la percepción, y sabemos que nos condicionan según las experiencias previas. Esto se traduce en que solemos estancarnos, es decir, tendemos a ver lo que ya hemos visto, hacer lo que ya hemos hecho y pensar lo que ya hemos pensado. Además, no nos planteamos que la realidad que vivimos y experimentamos podría ser diferente y que esto depende de nosotros mucho más de lo que nos han hecho creer. Podemos usar nuestro libre albedrío para cambiar nuestra forma de actuar, de percibir y sentir la realidad. Es entonces cuando la vida se vuelve realmente divertida e interesante.

Puesto que usted ha afirmado que el cuerpo es como el subconsciente, ¿es posible que la postura corporal, las enfermedades y los problemas fisiológicos sean un reflejo o una manifestación de los problemas emocionales o psicológicos?


Sin duda. Los traumas son siempre emocionales y mentales, además de físicos. Se almacenan en forma de recuerdos en el cerebro y en la médula espinal, y nos cambian tanto física como psicológicamente. La mayoría de la gente cree que lo psicológico o emocional permanece en ese ámbito, y no es consciente de que un trauma emocional o psicológico que haya padecido en su vida puede tener un efecto sobre el cuerpo en forma de enfermedad, por ejemplo una afección renal. La medicina no comparte este punto de vista; cree que los problemas fisiológicos son sólo eso, y que no están relacionados con los aspectos psicológicos o emocionales. A los médicos no les gusta plantearse el poder de la psicología y de las emociones. Lo ven como algo irreal y descabellado y no se lo toman en serio. Es una lástima, porque es un aspecto muy importante. Tenemos muchos datos sorprendentes que confirman que cuando un paciente se somete a una operación, lo que éste oiga cuando está bajo anestesia, lo que se le diga mientras vuelve en sí, afecta a su recuperación y es un elemento muy poderoso.

Es impresionante, porque esta visión siempre ha sonado como muy alternativa y usted está demostrando, de una forma muy seria y científica, que a consecuencia de las influencias emocionales positivas o negativas que recibamos, esas moléculas nos afectan físicamente…
Se trata de algo muy práctico. No es un asunto trivial. La influencia más importante que podemos ejercer sobre nuestro cuerpo son nuestras expectativas, lo que creemos que va a suceder y lo que nos decimos a nosotros mismos que va a suceder.

Emoción e inmunidad


¿Qué relación existe entre las moléculas de emoción y el sistema inmunitario?

En los años ochenta fuimos unos de los pioneros de la denominada psiconeuroinmunología. Demostramos que las células cerebrales y las inmunes poseen los mismos receptores. En esa época creíamos que ambos tipos de células se comunicaban entre sí. Ahora, a partir de nuevos estudios, de los que hablo en mi nuevo libro “Todo lo que hay que saber para sentirse bien” (Everything you need to know to feel good), sabemos que en el flujo sanguíneo hay células aparentemente inmunitarias que se desplazan hasta el cerebro y se convierten en células cerebrales. Esas células se organizan según nuestro estado emocional. Las emociones son un principio organizativo de nuestro cuerpo y mente. No son sólo una vibración que emitimos, son un factor que nos organiza.

Desde el punto de vista evolutivo, ¿las moléculas de la emoción se remontan muy atrás en la evolución? ¿Qué animales fueron los primeros en desarrollarlas y cuál es, en último término, su utilidad?

Se remontan a un pasado muy remoto, a los organismos más simples. Son una especie de carteles indicadores de la supervivencia. Emociones como el placer, por ejemplo, son necesarias para mantener el deseo de vivir. Nos ayudan a evitar instintivamente lo que nos perjudica y nos atraen hacia lo que nos beneficia. Son un sistema de orientación activado a través de la evolución. También es importante resaltar que otros animales, y especialmente los más cercanos a nosotros evolutivamente hablando como los mamíferos, poseen prácticamente toda la gama de emociones que los seres humanos sentimos.

Si es cierto qué las emociones no expresadas son nocivas para la salud, ¿cómo podemos aprender a liberarlas y a tener una relación más saludable con ellas?


Buena pregunta. Hay quien cree que este aprendizaje empieza en la infancia, que debemos enseñar a nuestros hijos a aceptar y comprender sus diferentes emociones. De este modo se sienten cómodos con ellas y, cuando se hacen mayores, las utilizan de otro modo, como indicadores, en lugar de guardárselas. Se preguntan: “¿por qué me siento así? Esta emoción me debe estar indicando algo”. Creo que es importante aprenderlo desde la infancia, y también que exista una cultura que lo permita. Por ejemplo, España es un país que siempre he considerado especialmente emocional. En nuestra cultura, en cambio, existe mucha represión. En nuestro sistema educativo a los niños no se les permite expresar la alegría o el entusiasmo. Les enseñamos a callarse desde la más tierna infancia y aprenden que en la vida cotidiana no hay lugar para las emociones, lo cual no es nada bueno.

¿Y por qué esas emociones reprimidas son perjudiciales para la salud?

Porque las emociones rigen todos los sistemas del organismo. Las válvulas del corazón, los esfínteres del aparato digestivo que se abren y cierran, la propia digestión, todo está regido por las moléculas de la emoción, que tienen una acción física. Si reprimimos la expresión de las emociones, también reprimimos nuestras funciones orgánicas, lo que a la larga produce enfermedades o malestar, ya que se trata de una parte intrínseca del funcionamiento de nuestro cuerpo.

Por tanto, al no liberarla de forma natural, esa energía se acumula y repercute sobre el estado físico…
Exacto. Se produce un atasco y las cosas no funcionan. Es un bloqueo físico provocado por un bloqueo energético.

Alimentación y estilo de vida


Me gustaría hablar de alimentación, un tema que usted aborda en su último libro. Puesto que la ansiedad, la depresión o los pensamientos negativos alteran nuestra salud, y por supuesto la de otros animales, ¿qué efecto pueden tener sobre nuestra alimentación las antinaturales condiciones de cría intensiva a las que se someten los animales de granja, que no ven la luz del sol y viven hacinados y en un estado de ansiedad permanente? ¿Pueden afectar esas condiciones al organismo de esos animales y a su vez a nuestra salud cuando los consumimos?


Sí, sin duda. Es un problema comparable al del calentamiento global. Una gran parte de los alimentos que consumimos, como dice usted, ya no son naturales. Incluso la fruta. Las manzanas de hoy en día parecen manzanas, saben más o menos como una manzana, pero ya no son las manzanas que comíamos en nuestra infancia. Son manzanas diseñadas para que puedan transportarse al otro extremo del país sin estropearse; se han cultivado en una tierra con nutrientes modificados y se han tratado con sustancias químicas. En cuanto a los animales y a sus condiciones de pánico y hacinamiento, está demostrado que el ganado sacrificado después de largos trayectos por carretera tiene un nivel elevado de hormonas de estrés que luego nosotros consumimos. La carne, tal como se procesa actualmente, no tiene, en muchos casos, un nivel óptimo.

El aspartamo (sacarina) es algo que consume todo el mundo, por ejemplo en la cola light. Cuando leí algunas entrevistas en las que usted habla del tema, no me lo podía creer. Y sin embargo, mucha gente no conoce sus efectos…

Conocí a una mujer que aparentemente padecía esclerosis múltiple y que instintivamente dejó de tomar un refresco light que contenía un dipéptido denominado nutrasweet, o aspartamo, como edulcorante. Cuando me informé sobe ese péptido, vi claramente que se trata de un veneno legal que la gente consume en grandes cantidades.  Una vez en el organismo, el aspartamo se convierte en metanol y se transforma en formaldehído, que es la sustancia que se utiliza para conservar los cadáveres y que, cuando penetra en los capilares del organismo, los bloquea. Puede provocar hemorragias oculares, un síndrome semejante a la esclerosis múltiple, cambios de humor, e incluso generar ciertos cánceres cerebrales que no existían antes de la introducción de la sustancia. En Estados Unidos es el aditivo alimentario que ha sido objeto de más denuncias. Pero está tan implantado y se producen tantos miles de toneladas que no va a desaparecer así como así. La gente tiene que concienciarse e ir con cuidado.

Somos conscientes de que nuestra sociedad está cada vez más estresada y padece más trastornos emocionales y psicológicos como depresión o ansiedad. Además, las adicciones van en aumento. Muchos opinan que la causa es nuestro estilo de vida acelerado y urbano. ¿Cree usted que una causa mucho más importante puede ser la alimentación y el contacto con los materiales plásticos, por ejemplo? ¿Nuestro estado emocional y de salud se ve afectado por los alimentos y materiales antinaturales que se han introducido en nuestras vidas?

Sin duda. Hace años, cuando fui madre, empecé a interesarme por esta cuestión, concretamente por el parto natural. Cuando lo estudié, me di cuenta de que todos los fármacos que tomamos van a parar al feto. La medicina convencional no tenía reparos en administrar todo tipo de anestésicos a las madres. Sin embargo, existían pruebas evidentes de que se producían cambios de comportamiento en el bebé. Actualmente se cometen todo tipo de barbaridades. Nuestra vida está llena de sustancias químicas que nos metemos en el cuerpo. Por ejemplo, champús y lociones están llenos de sustancias químicas que penetran en nuestro organismo. Hay muchos trastornos que van en aumento, como la hiperactividad o el autismo. Asimismo, se han planteado dudas acerca de las vacunas. En mi país, un niño recibe de media unas 56 vacunas antes de la edad escolar. Es una actitud extremadamente arrogante. Manipulamos los procesos naturales que existen desde hace millones de años, y administramos alegremente sustancias químicas a la gente, no sólo edulcorantes, sino muchas otras cosas artificiales. Creo que los efectos de esta actitud tan irresponsable serán pavorosos y, como dije antes, se trata de algo comparable al problema del calentamiento global. Es una bomba de relojería que está empezando a mostrar algunos de sus efectos. Cuando seamos conscientes de toda su magnitud y efectos irreversibles en nuestra salud física, mental y afectiva y en nuestra fertilidad, no podremos perdonar a los responsables.

¿Cree que muchos elementos artificiales pueden tener un efecto orgánico sobre el cuerpo, y que aunque no se consideren moléculas naturales pueden actuar como si lo fueran?
Se ha demostrado que pueden actuar como algunas sustancias que poseemos, y también pueden acumularse en forma de residuos que no podemos eliminar. Un ejemplo son los ácidos transgrasos, las grasas parcialmente hidrogenadas que se utilizan en mi país. Nuestro cuerpo no tiene ninguna enzima para tratarlas o digerirlas, y se acumulan. El organismo las ve como un cuerpo extraño y se genera una inflamación. Creo que muchas enfermedades actuales proceden de una neuroinflamación. Al combatir esas sustancias extrañas contraemos enfermedades.

Teniendo en cuenta todo lo que nos está contando, ¿qué puede hacer la gente para tener un estilo de vida más saludable?


Para empezar, consumir alimentos de nuestra zona, producidos orgánicamente. Que sean alimentos de verdad, no imitaciones. Sobre todo, consumir alimentos tradicionales, y vigilar mucho lo que nos metemos en el cuerpo y en nuestra casa. Lo fundamental es no dar por sentado que lo que consumimos no tiene peligro. Si un edulcorante artificial legal puede ser tan nocivo, tenemos que ser prudentes y leer las etiquetas. Si aparecen sustancias químicas de nombres impronunciables, hay que desconfiar, porque esos productos no se someten a pruebas durante diez o veinte años. Por ejemplo, muchas vacunas que se administran a los niños se estudian durante 200 días y ya está. No se conocen sus efectos a largo plazo. Si algo existe desde hace millones de años y está limpio y sin contaminación, es evidente que es bueno. Lo bueno es lo natural. Partos naturales, alimentos naturales...

Hablemos de su proyecto actual, que creo tendrá una repercusión enorme. Lleva usted bastante tiempo trabajando en el denominado “péptido T”. ¿Por qué ha tardado tanto en hacerse público y en revelarse como una posibilidad muy prometedora como posible vacuna contra el Sida?


La respuesta es que se trataba de un proyecto tan avanzado a su tiempo que la gente no lo entendía, y reconozco que quizás no lo comunicamos de la mejor manera posible. Entender el Sida nos ha llevado veinte años largos de investigación. Es una enfermedad horrible de aparición reciente, y ha sido necesario tiempo para localizar el virus, cultivarlo, determinar todas sus variedades, descubrir cómo actúa sobre los receptores, etcétera. Se ha ido avanzando a lo largo de veinte años, y el salto más importante se ha dado en los últimos cinco. Al plantearse una vacuna, hay que determinar cómo puede probarse y cómo debe funcionar. El “péptido T” fue lo que se llama un descubrimiento prematuro, algo tan avanzado que ni siquiera nos dimos cuenta de lo que habíamos conseguido. Concretamente, descubrimos el fragmento minúsculo del virus que se une al receptor para penetrar en la célula. Es ese fragmento el que puede administrarse a los pacientes como una vacuna muy eficaz. Desde hace poco empezamos a tratar el tema con el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos y con expertos de todo el mundo. Es una enfermedad mundial que hay que detener. Los científicos han conseguido un progreso magnífico partiendo del desconocimiento total de la enfermedad, y creo que gracias a nuestro trabajo podría empezar a probarse una vacuna eficaz en menos de dos años.

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