Alberto Borrás Gabarró es un científico español que nació a principios de siglo XX en el noreste de España, en Catalunya. Su dedicación a la ciencia física experimental ha sido de las más prolíficas del país en muchos años, y ha pasado desconocida no solo para la práctica totalidad de la comunidad científica oficial, sino para una importante mayoría de la comunidad científica alternativa. Sus investigaciones le llevaron a sorprendentes resultados, paralelamente con otros grandes nombres de su época, como John Bedini, David Hudson, Marcel Violet o James DeMeo. Tanto él como sus coetáneos trataron -y aun en la actualidad siguen tratando- de profundizar en los descubrimientos de los científicos que descubrieron que necesariamente tenía que existir una energía desconocida por la ciencia oficial (aun actualmente) detrás de la mayoría de los procesos biológicos y físicos que gobiernan nuestra existencia, y que antiguamente se asoció con el Chi o el Prana, según diferentes tradiciones orientales. Estas energías sutiles, serían la energía escalar o longitudinal de Nikola Tesla, el orgón de Wilhelm Reich, la energía de los motores implosivos de Viktor Schauberger, o la energía propia de las transmutaciones descubiertas por Louis Kervran, entre otros.
Hasta el día de hoy todos ellos aún no han sido reconocidos por la Ciencia Oficial, ni como científicos ni por sus reveladores descubrimientos. Borras Gabarró se adelantó a su tiempo al hablar de los peligros del exceso de ingesta de calcio por el excesivo consumo de leche, tan promocionada en los años 60 por nefasta influencia anglosajona, del que ahora tenemos sobradas pruebas en el gran aumento de casos de osteoporosis. Estudió detenidamente la terapia por oligoelementos de Marcel Violet, llegando a la conclusión de que la asimilación de los diferentes animales en el cuerpo dependía de muchos parámetros sutiles que la ciencia oficial no consideraba. Experimentalmente, comprobó también el ciclo de transmutación del Silicio Calcio, que es una de las bases de la ciencia antroposófica de Rudolf Steiner. También ha estado investigando mas recientemente, el oro monoatómico -que empezó David Hudson-, pudiendo tener grandes implicaciones en relación a la alquimia científica, y como no, a una parte sustancial de la alquimia medieval de las transmutaciones de metales y elementos.
En esta entrega en el blog, presentamos un artículo que escribió sobre otra disciplina olvidada en aquellos tiempos de finales de Siglo XX: Geometría Sagrada en relación con el Planeta Tierra.
La Geometría
El significado originario del término Geometría, como su prefijo Geo indica, se refería al estudio de las medidas de la Tierra.
Poco después, pasó a designar la parte de
las Matemáticas que conocemos actualmente. Muchos recordaron unos
manoseados sólidos de madera que nos ilusionaban al final de la EGB, ya
que eran algo tangible.
- Entre ellos, se encontraban los cinco poliedros regulares:
No se nos explicó que ya se hallan descritos por Platón, y por ello se llaman los cinco poliedros platónicos.
Sólo hay estos cinco, número sagrado
Pitagórico, y ninguno más que con todas sus caras formadas por polígonos
regulares y ángulos iguales, puedan inscribirse en una esfera.
Recordemos que así como el tetraedro, el
cubo y el octaedro, nos parecían más lógicos y fáciles de imaginar, el
dodecaedro y el icosaedro, por la ingeniosa forma de distribuir sus
caras, nos obsesionaban.
A Platón le sucedería lo mismo, ya que
hace especial énfasis en esas normas, sobre todo el dodecaedro que
contiene el número sagrado Pitagórico 5, en los lados de sus caras, y el
también fundamental 12 en su número. Le tenía tanto respeto, que no se
atrevía a nombrarlo directamente.
El icosaedro 20 caras y 12 vértices, se
puede inscribir en el dodecaedro, un vértice en el centro de cada cara, y
el centro de sus caras triangulares en los 20 vértices del dodecaedro.
En los cruces de la malla así formada, se pueden apoyar los vértices de
los cinco poliedros Platónicos. El dodecaedro, forma la base de la malla
de energías sutiles de nuestro planeta.
Es posible que la fascinación que provocan estos dos poliedros proceda del inconsciente colectivo.
Aunque Platón fue el primero que
describió oficialmente estas normas, ya estarían como arcanos de
conocimientos secretos en la escuela de Pitágoras, donde Platón fue
iniciado, pero su existencia es mucho más antigua.
En Gran Bretaña se han descubierto
colecciones de piedras talladas con las formas de estos sólidos y con
surcos que señalaban las aristas, en donde se han hallado restos de
cordones de piel. Pueden ser de 1.500 años A.C. o sea, 1.000 años antes
de Platón, pero en otros yacimientos las hay que pueden ser de 12.000
años A.C.
Oficialmente se dice, que eran utilizadas como boleadoras para cazar.
Volviendo a la geometría Platónica, en su
significado originario, el filósofo Griego, en su diálogo Fedón, no
puede ser más claro al describir la estructura de la Tierra, como un
dodecaedro esférico.
El Balón Terráqueo
La concepción de la Tierra como un
dodecaedro se basa en una premisa relativamente simple: el dodecaedro es
el poliedro que más se aproxima a la esfera y el que tiene los ángulos
menos salientes, lo que permite curvarlo sin que apenas sufra
deformación.
Si fuera el elástico y lo hinchásemos,
sus caras curvadas, apoyadas en una esfera, la dividirían en doce partes
formadas por pentágonos curvos.
Las líneas que separan estas caras,
equivalentes a las aristas del dodecaedro de caras planas, en este caso
se prolongan, formando círculos máximos que rodean la esfera.
Estos círculos en su periplo por la
esfera, cortan las otras caras, cada una atravesada por cinco de ellos
(siempre el cinco), que así queda dividida en diez sectores en forma de
triángulos rectángulos.
Para ello es suficiente un total de
quince círculos, y no más. Así, entre las 12 caras pentagonales, cada
una con 10 triángulos, totalizamos 120 triángulos rectángulos que cubren
la superficie de la esfera. Al mismo tiempo, observamos que las líneas
que unen los centros de los pentágonos curvos, forman triángulos
equiláteros.
Las veinte caras de un icosaedro esférico, cada una de las cuales contiene 6 de los citados triángulos rectángulos.
Es el icosaedro que se intercala al
dodecaedro. Estos triángulos rectángulos, son la unidad básica de esta
estructura. Así Platón en la segunda parte del diálogo Timeo, describe
estos triángulos, en los que se basan todos los poliedros, ya que en sus
ángulos sobre la esfera encajan los cinco poliedros.
Para plasmar esta estructura sobre la
Tierra, situamos una cara del dodecaedro en el Norte, el polo centrado
en ella. Otra en el Sur, y entre ellas dos franjas con cinco caras cada
una, pero la orientación de los pentágonos Norte y Sur, con respecto a
continentes y mares, no es arbitraria, y depende de un punto, que
llamaríamos el Ombligo del mundo. ¿Dónde encontrarlo?
Ni más ni menos que en la gran pirámide
de Cheops, y la razón de que sea así no es nada esotérica. Situada a 29º
58′ 51″ latitud N y 31º 08′ 57″ longitud E, se halla en el meridiano
que divide la Tierra en dos partes en las que la superficie emergida,
los continentes e islas, incluyendo la Antártica, es exactamente igual.
El meridiano que pasa por la Gran Pirámide, coincide con un vértice del
pentágono Norte. Ello orienta toda la red.
Cinco de sus líneas maestras son
meridianos, círculos máximos, que pasan por los vértices de las caras
Norte y Sur, y que están alternados.
Triángulos Sagrados
Estos 120 triángulos rectángulos,
unidades básicas de la malla energética terrestre, ya eran conocidos por
los antiguos Egipcios, que les llamaban triángulos M. R. (por Amón Ra),
por lo que respetaremos esta denominación a lo largo del presente
trabajo.
En los textos funerarios Egipcios, este
triángulo rectángulo escaleno (con tres lados desiguales) se utilizaba
para ilustrar la relación entre el cuerpo físico mortal, denominado KA y
los otros tres más sutiles y considerados esencias divinas del hombre,
AK, BA y KA, lo que demuestra la enorme importancia que se le daba a
esta forma, que se halla también en las caras de la Gran Pirámide,
formada por ocho de ellos ensamblados dos a dos.
En esas caras, ambos triángulos no se
hallan exactamente en un mismo plano, sino formando un ángulo entrante
muy abierto, imperceptible a simple vista, y que sólo puede distinguirse
por su iluminación consecutiva y súbita, con pocos segundos de
diferencia, en el mismo instante de un equinoccio. Es el fenómeno que se
llama Relámpago.
Hemos repasado la trigonometría esférica,
que pilotos y navegantes deberían conocer pero que con los actuales
programas informatizados de navegación la mayoría han olvidado.
Así, de acuerdo a nuestros cálculos y
para simplificar, suponiendo la Tierra una esfera perfecta de 40.000
kilómetros de meridiano y Ecuador, la hipotenusa de estos triángulos
curvos M. R. mide 4.153.041 metros, y los catetos 3.524.164 y 2.322.795
metros, lo que suma exactamente 10.000 kilómetros, un cuarto de
meridiano, con ángulos de 36, 60 y 90
grados (en los triángulos esféricos suman más de 180 grados y no se
cumple el teorema de Pitágoras).
La relación de 1,5172 entre sus catetos
curvos, no es significativa. Pero si los proyectamos desde el centro de
la Tierra sobre un plano tangente al vértice de su ángulo recto, se
forma otro triángulo plano, que nos da exactamente la relación 1,618034…
el número áureo Fi, que la pirámide de Cheops contiene entre su Apotéma
(la perpendicular entre el lado de la base y el vértice), y la mitad
del lado de la base.
Es el número del equilibrio y la belleza,
el límite de la serie de Fibonacci, y la razón entre dos partes de un
segmento y su suma con la mayor.
Un guarismo que tanto los Griegos, como
los constructores de las catedrales Góticas, utilizaron secretamente en
sus proporciones arquitectónicas hasta que Leonardo da Vinci lo divulgó.
Ello no sólo demuestra que los antiguos
conocían exactamente la trigonometría esférica y sus relaciones con la
plana, sino que la red energética del planeta, con el número Fi, es una
estructura equilibrada y armonizada con el Cosmos.
Mapas Prehistoricos
Las antiguas cartas marinas, los llamados
Portulanos, son trabajosas copias de mapas mucho más antiguos, en los
que las formas de los continentes parecen deformadas y las distancias
adquieren proporciones absurdas.
Ello se debe a que estos viejos mapas, aparte de un sistema de proyección distinto, se basan en la geometría esférica.
Uno de los más interesantes es el
Opicinis de Canestris (1.335) en el que Europa y África están
antropomorfizados, representando a un Rey y una Reina; la Península
Ibérica como cabeza del Rey, preparándose para besar a la Reina
africana. Los discutidos mapas de Piri Reis
(1513) son copias de otros más antiguos que muestran detalladamente el
contorno de Sudamérica y de la Antártica, incluso aquellas regiones
actualmente cubiertas por el hielo.
También pertenecen a esta cartografía no
convencional, pero que demuestra que fueron dibujados por miembros de
una antiquísima civilización, dotada de una tecnología similar a la
actual.
¿Disponían quizás de aeronaves? Algunos
de estos mapas, como el de Canestris, incluyen líneas de triángulos M.
R., que para los profanos carecen de sentido. Ubican su origen en
Alejandría, no en Gizeh.
Esta ciudad, con su biblioteca, fue el
centro cultural más importante de Occidente y su puerto mereció un faro
calificado como la séptima maravilla del mundo. Por ello no es de
extrañar que en estas copias de otras más antiguas, acabara como centro.
Lo correcto sería tomar como núcleo un punto en el meridiano de Gizeh
llamado Behdet, cerca de la población de Baltim, en el delta del Nilo.
La intersección de este meridiano con el
círculo máximo perpendicular, en el mismo centro del lado de dos
pentágonos, define 4 triángulos M. R., y forma el centro de un rombo que
marcaba la influencia del Imperio Egipcio.
La Red
Estos 15 círculos máximos, 12 pentágonos
con 10 triángulos M. R. cada uno, y 62 intersecciones, forman la malla
energética que rodea la Tierra, pero dada la extensión de esos, M. R. de
más de 4.000.000 de kilómetros cuadrados (dos tercios de Australia),
hay pocas oportunidades de que algunos de estos focos y líneas se
ubiquen en países.
Se supone que los tres distintos tipos de
cruces, los de pentágonos del dodecaedro, con cinco líneas, los
triangulares del icosaedro, con tres y los de los rombos, que comprenden
4 M. R., con dos, tienen propiedades distintas, y entre los del mismo
tipo, incluso polaridades opuestas, lo que genera corrientes energéticas
por las líneas que los unen.
El tipo pentágono con 5 líneas que
aparentan los rayos, es el más espectacular, y precisamente uno de
ellos, se halla en el cogollo del famoso Triángulo de las Bermudas.
Naturalmente, ello si nos referimos a la
red básica, pero si unimos entre sí, otros cruces de círculos máximos
distintos, se forma otra tupida red de círculos máximos, que llamaremos
secundaria.
En ella, entre los ángulos centrales de
los pentágonos, como bisectrices, salen otros 5 círculos máximos. Los
cruces de tres círculos de los triángulos icosaédricos contienen a su
vez nueve más, y los cruces de dos líneas entre cuatro M. R., nada menos
10 círculos máximos más. Asemeja a una tela de araña de círculos que
pasan por otros muchos lugares.
Precisamente, algunos Leys o Venas de
Dragón, termino que se utiliza en Feng Shui, para designar las líneas de
fuerza de la Tierra, coinciden con ese trazado que parece secundario,
pero puede ser más importante desde el punto de vista energético, que la
red básica de 15 círculos, ya que el número de círculos que pasan por
un mismo nudo es mayor.
El matemático Buckminster Fuller, pasó la
mayor parte de su vida investigando mediante técnicas
microfotográficas, una esfera elástica sometida a tensión, como un globo
hinchado, encontrando una elaborada y compleja malla de tensiones
vectoriales similar a las líneas antes descritas.
En una escala inferior, encontraríamos
otras líneas o Leys de tercera clase, que unirían los nudos de la malla
secundaria entre sí, o con los nudos de la principal. Estas líneas
serían las que intervienen en otros Leys o Venas de Dragón, similares,
tampoco despreciables.
Así podríamos seguir con otras redes más finas, hasta el último escalón.
Los capilares de este sistema serían la
Cuadrícula de Curry Oblicua, con respecto a los meridianos, y cuyas
líneas se encontrarían distanciadas unos 4 metros, con nudos positivos y
negativos alternados y la conocida como red de Hartmann, paralela a los
meridianos y con una separación de 2 metros de Norte a Sur, y de 2,5
metros de Este a Oeste.
Los Efectos de La Red
Nos hemos limitado a exponer los
antecedentes históricos, la geometría, con la descripción de las líneas,
las figuras que forma en la superficie terrestre, los distintos tipos
de cruces, y los lugares en donde se ubican unos pocos de ellos, que
creemos más significativos, y que se detallan en la parte gráfica.
¿Pero, para que sirve todo esto? Cuando
los antiguos Egipcios se tomaron el trabajo de estudiar y plasmar esta
red, sería para algo más tangible que una mera especulación filosófica.
Ante todo, los mejores estudios se han efectuado en nudos y líneas
secundarias y terciarias que coinciden con los Leys. En 1.977, Paul
Devereux emprendió el Proyecto Dragón, a través del cual un equipo
multidisciplinar de científicos efectuó gran número mediciones de ultra e
infrasonidos, campos magnéticos, ionización y radioactividad. Lo más
inexplicable fueron las determinaciones de partículas B, con un
scintilómetro.
Estos registros eran totalmente distintos
a los de las zonas circundantes, estaban modulados por las fases
lunares, la salida y puesta del Sol, y eran mucho más intensos durante
los Equinoccios. También se han efectuado estudios en las redes de Curry
y Hartmann, para localizar puntos en los que las energías nocivas
afectan a la salud de hombres y animales.
Pero de la gran red, aparte de particularidades sobre de los lugares donde se ubican estos nudos, sabemos muy poco.
Podríamos empezar por los aspectos
negativos de algunos cruces y líneas. El más sonado es el del Triángulo
de las Bermudas, que pudiera ser el causante de estas desapariciones
inexplicables. Precisamente, el desvanecimiento de algunos de estos
aviones y buques sin dejar el más mínimo rastro, sugiere la existencia
esporádica de portales dimensionales que los han trasladado a un
universo paralelo. Ello sería el grado más intenso de una curvatura
local exagerada del espacio/tiempo.
En los grados más suaves, se limitan a
alterar o enloquecer los instrumentos de navegación de los aviones. Pero
hay otros fenómenos dignos de ser tenidos en cuenta y que acarrean unas
consecuencias mucho menos misteriosas, pero graves.
Es el caso de las CAT, Clear Air
Turbulence (Turbulencias en Aire Tranquilo), perturbaciones no
detectables por el radar y que han sido causa de cierto número de
accidentes de aviación. Un aumento de la gravitación local de sólo un 5 o
10%, no afecta para nada al vuelo de un avión, que en virajes y baches
soporta esfuerzos muy superiores, pero si este aumento persiste durante
unas horas, atrae el aire de la zona, y lo va acelerando, creando una
corriente descendente, que pueden llegar a cientos de kilómetros por
hora.
Al no intervenir diferencias de
temperaturas que afectan a la densidad del aire, no son detectables por
el radar. Si un avión en su ruta, se mete en una de ellas, es arrastrado
hacia el suelo a esa velocidad, sin que nada se pueda hacer para
evitarlo, sólo mantener su control, esperar a que esta corriente sea
estrecha y salir pronto por el otro lado. Con mala suerte puede perder
hasta 10.000 pies de altura.
La estructura del avión normalmente
aguanta, pero los pasajeros, si no van con el cinturón, son proyectados
contra el techo. Esto es lo que pudo ocurrir hace unos quince años
durante un vuelo Charter de la compañía Aviaco.
Un DC-8 en ruta desde Santiago de Chile a
Paramaribo, repentinamente y sin que apareciera previamente nada
sospechoso en la pantalla del radar, experimentó una súbita pérdida de
sustentación. Unos cuantos pasajeros que no llevaban el cinturón,
salieron despedidos hacia el techo, rompiéndolo.
Una azafata, que tras servir las bebidas a
los pasajeros acababa de sentarse en el trasportín, rompió el panel
superior con la cabeza. Los carros de bebidas saltaron por los aires,
así como las balsas salvavidas, que rompieron sus sujeciones y salieron
despedidas de sus alojamientos. Mientras el avión caía, todos se
quedaron pegados al techo gritando y pataleando. Cuando salió de esta
turbulencia, en la que descendió 3.000 metros de altura, todos cayeron
violentamente. La azafata, cuyo asiento se había plegado contra el suelo
estuvo varios meses de baja a causa de las heridas sufridas durante
este incidente.
Para colmo de desgracias, las aguas
fecales de los depósitos del WC, se salieron por las tazas y después de
impregnar el techo se desparramaron por el interior del aparato.
El avión seguramente pasó por el cruce de
dos líneas situado a unos 330 kilómetros al norte de Manaos, en la
misma línea ecuatorial. En el Ecuador se ubican oblicuamente diez nudos
de este tipo y actúa como una línea que los conecta energéticamente,
potenciando su fuerza. Parece que estos nudos se activan
esporádicamente, quizás por causas cósmicas, y en otras ocasiones los
aviones pueden haber pasado por el mismo lugar, sin notar nada.
Otro incidente similar fue protagonizado
el pasado mes de diciembre, por un Boeing 747 de las Líneas Áreas
Japonesas (JAL), que se encontraba en vuelo entre Tokio y las Islas
Hawai. A las dos horas de haber despegado, el aparato penetró en una de
estas áreas, perdiendo súbitamente sustentación y cayendo diez mil pies
de altura. El pánico cundió de inmediato entre el pasaje y la
tripulación.
En ese momento los pasajeros se
encontraban comiendo en sus asientos. Muchos de ellos que tenían suelto
el cinturón para comer con mayor comodidad, salieron despedidos contra
los compartimentos portaequipajes.
Como consecuencia del incidente,
numerosas personas resultaron heridas y una mujer murió al ser golpeada
en la cabeza por una maleta. La situación alcanzó tal gravedad que el
piloto se vio obligado a regresar al aeropuerto de la capital Nipona.
Precisamente, por la zona que transitaba el aparato se puede apreciar el
trazo de dos de los anillos, que convergen en un nudo de cinco a unos
1.000 kilómetros al sur de Tokio.
Menos suerte tuvo en 1.968 un Boeing 707
de la BOAC, que se desintegró en el aire al introducirse en una CAT.
Ocurrió también en Japón, en los aledaños del Monte Fuji, por donde pasa
una línea de la red principal que parte del nudo situado al sur del
país. Además, parece que estos fenómenos son más frecuentes cerca de
volcanes.
En cuanto a los aspectos positivos, es posible que las
energías que emiten estas zonas, incluso las líneas enteras, favorezcan
algunos aspectos físicos y mentales de los humanos (Estados alterados de
conciencia) e incluso de animales y vegetales.
Algunos han sido cunas de civilizaciones
ahora desaparecidas. Muchos lugares sagrados que desde tiempos
inmemoriales han albergado santuarios y edificios religiosos en los que
se percibe una fuerza insólita, están relacionados con estos puntos o
cruces. Por otra parte, estas corrientes energéticas se pueden
manipular, desviándolas hacia lugares que precisan de ellas.
Es lo que hacían los hombres
prehistóricos con sus Menhires, quizás para aumentar la fertilidad de
las tierras, la salud del ganado, influir en el clima, lluvias, u otros
fines útiles.
En Escocía, la comunidad de Findhorn,
cosecha verduras de tamaños descomunales en un suelo malo, con un clima
atroz y sin necesidad de utilizar abonos. Lo achacan a su particular e
íntima conexión espiritual con las plantas y con los entes, que según
ellos las protegen. Pero sin descartar ésta, puede haber otras causas.
El meridiano energético que pasando por
España va del Sahara Argelino al Polo Norte, roza la rivera oeste del
lago Ness, otro enclave misterioso. Podemos suponer un ramal energético,
quizás artificial, que siguiendo la falla que da origen a este lago,
llegue hasta Findhorn. Además, se halla a sólo 80 kilómetros del nudo de
dos líneas que puede irradiar una potente corriente secundaria.
En relación a lugares sagrados, una línea
secundaria que parte del nudo argelino la bisectriz del ángulo que
forma su meridiano con la que pasa por Budapest, es un círculo que da
con otro nudo situado al noreste de Siberia, cerca del Mar de Okhotsk,
por donde pasa el meridiano que también atraviesa el Monte Fuji. A los
Japoneses les choca la ubicación de Montserrat, justamente en esta línea
que quizás por ignorancia catalogamos como secundaria.
La predisposición a la apertura de portales interdimensionales
en algunos de estos lugares puede estar asociada a la aparición de
ovnis, lo que hace que los avistamientos sean más numerosos. Se trata de
un hecho perfectamente constatado y tenido en cuenta en las estadística
ufológicas.
Esta misma facilidad de conexión con
dimensiones situadas en niveles más elevados, según algunos expertos en
energía libre, facilitaría el funcionamiento de algunos de estos
generadores que captan la energía del punto cero, desde un nivel
dimensional superior, y que por ahora funcionan de manera irregular,
esporádica, y cuando se trasladan fallan estrepitosamente, lo que impide
su utilización práctica.
Para lograr un funcionamiento regular
habría que ubicarlos en alguno de estos lugares portal. También podemos
pensar, que algunos ovnis utilizan este truco, y por eso se les ve en
esos lugares. Ello, junto con las ventajas de tipo humano ya
mencionadas, podría llevar en un futuro a una revalorización de estos
terrenos donde se ubican estos nudos o líneas.
El pulso del planeta, es especialmente
sensible en estos lugares, lo que permite diagnosticar la salud de GAIA,
ahora bastante maltrecha, y al mismo tiempo aplicar en dichas zonas las
medidas correctoras adecuadas, como la acupuntura, que primero
determina la energía de los puntos, y luego corrige los desequilibrios
entre las polaridades.
Todo ello, requiere un conocimiento mucho más profundo de la red, con sus niveles secundarios y terciarios.
Aplicando la geometría esférica, no sería
difícil diseñar un programa informático que uniendo todos estos puntos
por círculos máximos, nos trazase las líneas de una determinada región
del mapa en los tres niveles mencionados, y nos señalase las coordenadas
de los puntos de cruce más activos, que habría que comprobar sobre el
terreno. Pero ésta es una tarea para el futuro.
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