Estar solo y sentirse solo no es lo mismo. Podemos sentirnos solos aunque estemos rodeados de personas y podemos estar solos y sentirnos fantásticamente. De hecho, la soledad es uno de esos estados que cambian su cara según cómo la afrontemos.
La soledad prolongada activa las mismas áreas en el cerebro que el dolor físico
Cuando la soledad no se elige, sus efectos pueden ser devastadores. Un estudio realizado en la UCLA y publicado en la revista Psychosomatic Medicine reveló que la soledad prolongada duele emocionalmente
y activa las mismas áreas en el cerebro que el dolor físico. Estos
psicólogos les pidieron a los participantes que realizaran un juego
virtual en el que necesitaban conectar con otros jugadores. Cuando las
personas eran rechazadas y debían jugar en solitario, en su cerebro se activaban las zonas relacionadas con el dolor físico, como el córtex cingulado y la ínsula anterior.
La soledad puede causar un dolor similar al físico, siempre y cuando no se elija estar solo
Sin embargo, lo interesante es que esa activación solo se producía cuando las personas se sentían rechazadas y aisladas.
Esa reacción no ocurría en las personas a las que no les importaba
jugar solas. Esto demuestra que no es la soledad en sí la que causa
dolor, sino cómo la experimentamos.
De
hecho, es fundamental que aprendamos a pasar tiempo con nosotros mismos
porque la soledad también nos reporta múltiples beneficios —si sabemos
disfrutarla y aprovecharla al máximo—.
¿Cuál es la mejor manera de descansar?
Investigadores de la Universidad de Durham, en colaboración con la BBC, realizaron una encuesta sobre nuestros hábitos de descanso. Encuestaron a unas 18.000 personas de 134 países para descubrir cuáles eran las actividades más relajantes
y cómo estas incidían en el bienestar personal. Con ello descubrieron
que el 68% de los participantes deseaban descansar mucho más, y que el
tiempo de descanso óptimo era de 5 o 6 horas al día. Sin embargo, la mayoría de las personas estimaron que el día anterior solo habían podido descansar unas 3 horas.
Algunas de las actividades preferidas para relajarse y descansar fueron:
- Leer (elegido por el 58% de las personas).
- Estar en contacto con la naturaleza –(elegido por el 50% de las personas).
- No hacer nada (elegido por el 40% de las personas).
- Salir a caminar (elegido por el 40% de las personas).
- Ver la televisión (elegido por el 37% de las personas).
Sin embargo, en lo que casi todos los encuestados coincidieron, tanto los introvertidos como los extrovertidos, fue en que la mejor manera de descansar es estar solos. Solo el 20% afirmaron que podían descansar rodeados de amigos y familiares.
“La soledad es al espíritu lo que la dieta al cuerpo”. —Marqués de Vauvenargues
Las relaciones interpersonales nos agotan
Un estudio muy interesante realizado en la Universidad de Helsinki y publicado en el Journal of Personality descubrió que incluso a los extrovertidos les agota socializar. Estos investigadores analizaron los hábitos sociales de los participantes y descubrieron que, si bien las relaciones sociales nos brindan una energía instantánea y mejoran nuestro estado de ánimo, al cabo de tres horas nos pueden dejar exhaustos mentalmente.
También apreciaron que esa fatiga dependía directamente del número de
personas con las cuales se mantiene el contacto y la intensidad de la
relación.
Es
la primera evidencia de que socializar nos puede drenar. Por supuesto,
no se trata de convertirse en ermitaños, porque contar con una red de
apoyo social también es muy importante para nuestro bienestar. Sin
embargo, debemos ser capaces de encontrar un equilibrio entre la socialización y el tiempo que pasamos a solas.
La soledad nos permite descansar y recuperar la energía perdida.
Quizá la clave radica en que cuando estamos a solas nuestro cerebro puede “desconectarse”.
En esos momentos se activa la red neuronal por defecto, la cual nos
brinda la posibilidad de aclarar la mente y desconectarnos de los
problemas y tensiones cotidianas.
Por eso, asegúrate de pasar tiempo contigo, tu salud física y mental te lo agradecerán.
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