Anteriormente
a la creación de las vacunas, con el fin de tratar de evitar las
epidemias de viruela que diezmaban la población, dejando a los
supervivientes con tremendas secuelas deformantes, se conocía la técnica
de la variolización.
Desde el Extremo Oriente se conocen
textos muy antiguos, anteriores al siglo XI, en el que se atribuyen a
una monja budista durante el reinado de Jen Tsung (1022 a 1063) que
ejerció el arte de la inoculación antivariólica a partir de enfermos de
viruela.
En El espejo dorado de la Medicina,
se describían cuatro formas de inoculación antivariólica. Aunque no
queda claro si el origen de la técnica se encuentra en China, en India o
en algún otro lugar de Oriente, lo que si quedó claro es que se conocía
el procedimiento a través de la inoculación de costras variólicas
procedentes de personas que padecían la viruela (variolización). De esa
forma, la enfermedad podría ser transmitida de forma más débil a la
persona sana. Aproximadamente el 3% de las personas morían tras la
variolización.
En Gran Bretaña se conoce la técnica en 1721,
Lady Mary Wortley Montagu la introdujo al volver de Constantinopla,
extendiéndose la práctica a todo el país y, a partir de mediados del
siglo XVIII, al resto del continente europeo.
La creación de
las vacunas, que como muchos sabemos se la debemos a Edward Jenner en el
año 1798, en el que demuestra la efectividad de la vacuna de la
viruela.
Jenner observó que las vacas padecían una enfermedad llamada Vaccina o viruela de las
vacas
(cowpox), que produce erupciones en las ubres semejantes a las que
produce la viruela humana. Las vacas contagiaban la enfermedad a las
lecheras que las ordeñaban, en las que aparecían pústulas en las manos,
de carácter benigno.
Sin embargo estas personas se volvían inmunes contra la viruela humana, lo que le llevó a
la idea de inocular a una persona sana con la viruela de
las vacas para conferirle inmunidad frente a la terrible
enfermedad.
El 14 de mayo de 1796 inoculó pus
de una pústula de la mano de la ordeñadora infectada Sarah
Nelmes a un niño de 8 años llamado James Phipps.
Este
desarrolló una enfermedad leve entre el 7º y el 9º día con
una vesícula en los puntos de inoculación, que desapareció sin
incidencias. El 1 de julio, inoculó al niño con la viruela humana, sin producir enfermedad, quedando inmunizado.
En
España la introducción de la vacunación corrió a cargo de F. Pigillem
(1770-1826). A finales del siglo XVIII vacunó a cinco niños en
Puigcerdá. F. Salvá y Campillo además Y. de Jauregui y J.M. Ruiz de
Luzuriaga introdujeron la vacunación en Aranjuez y Madrid.
Carlos
IV decidió extender la vacunación antivariólica y organizó la "Real
Expedición Marítima de la Vacuna" dirigida por Francisco Xavier Balmis.
La
goleta "María Pita" partió La Coruña el 30 de noviembre de 1803
regresando en 1806. Balmis planteó un sistema de vacunación
antivariólica "brazo a brazo".
Los
portadores del fluido fueron veinticinco niños de La Coruña. Durante
los tres años que duró la Expedición, recorrieron Canarias, Caracas,
Cuba, México, Filipinas y Macao. Otro grupo dirigido por Salvany llegó
hasta Cartagena de Indias y Perú.
En
1885 en Francia, Louis Pasteur administró con éxito la vacuna de la
rabia en la que había estado trabajando a Joseph Meister, un niño de
nueve años de edad que había sido mordido por un perro rabioso de camino
a la escuela. El científico obtuvo de la médula espinal de animales
infectados de rabia material debilitado para la inoculación que se
aplicó con éxito a perros antes de hacerlo en humanos. Este experimento
conmocionó a la comunidad científica.
Así
pues la palabra vacuna deriva del latín vacca, que significa vaca.
Vacunar se consideró que era pegar la enfermedad, vacunación era la
técnica de inoculación de la vacuna que a su vez derivaba del fluido
vacuno usado para esta operación.
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