Las historias de los supervivientes de cáncer avanzado o terminal nos revelan una realidad semejante y, a la vez, profundamente diferente a la que intenta ofrecer la medicina oficial.
Semejante, porque es cierto que el cáncer puede ser vencido, sin importar el tipo, el estadio o la gravedad.
Diferente, porque cuando eso sucede, suele ser porque el enfermo ha llevado a cabo medidas complementarias al tratamiento oficial, y ha aplicado una auténtica medicina integrativa: casi todos los supervivientes de cáncer avanzado o terminal comparten ciertas características comunes, que ya apunté en un post anterior.
Esas 9 características se hacen carne cuando les asignamos nombres y apellidos. Una fotografía, un rostro, una familia, un mundo personal que se ha visto acechado por la enfermedad y que ha sido vencida por la inteligencia y la determinación de un ser humano. No se me ocurre qué historia de superación (alejada de los lugares comunes con los que los gurús de la autoayuda nos bombardean) podría ser más aleccionadora.
Aunque no podemos verificar con certeza la veracidad de todas esas historias, es imposible que todo ellos sean unos farsantes, y muchos han aportado pruebas diagnósticas que certificaban la gravedad inicial de su enfermedad y las pruebas posteriores que contradecían el pronóstico funesto que los médicos les vaticinaban....
En esta nueva serie de artículos comprenderemos la extraordinaria utilidad de aplicar medidas heterodoxas; más aún, la determinante importancia de SER heterodoxos y evitar resultar aplastados por el pensamiento convencional, entendido en su acepción más pedestre.
En esta serie no sólo nos enfocaremos en lo que es semejante en las historias de supervivientes de cáncer avanzado y terminal, sino también en las diferencias, porque el panorama se hace aún más revelador: unos siguieron dietas cetogénicas, a veces estrictas y completamente carnívoras; otros, dietas eminentemente vegetarianas. Algunos consumieron lácteos, otros no. Algunos tomaron determinados suplementos, otros un listado bastante diferente. Algunos confiaron en cócteles de medicamentos convencionales, otros tan sólo en suplementos naturales.
Esa aparente diversidad de dietas me ha servido para comprender los puntos ocultos, comunes a todas ellas, que de verdad pueden ser la base de su efectividad y que desarrollaré en próximos artículos.
El éxito reflejado en estas historias de supervivencia a un cáncer terminal debería invitar a lanzar más hipótesis plausibles y a que los ‘científicos’ de salón comprendan que discutirlas no significa dejarse llevar por la vorágine del oscurantismo, sino todo lo contrario: abrir las ventanas al diálogo y a las pruebas clínicas a aquellas medidas que, realmente, están demostrando eficacia terapéutica potencial y real en casos contrastados, y no sólo a las que permitan obtener un beneficio económico.
Ben Williams
Ben Williams es el primero de esta lista y él sólo bastaría para justificar esta serie. Es el ejemplo más impresionante de determinación e inteligencia de entre las docenas de historias de supervivientes de cáncer terminal que he leído.
Ben es un paradigma de lo que significa ‘pensar fuera de la caja’ y de cómo el añadido de una buena dosis de creatividad consigue en multitud de ocasiones lo que la simple inteligencia académica es incapaz.
Y también el mayor ejemplo de que la medicina basada en la evidencia, con su esclavitud a las pruebas clínicas impide, en vez de favorecer, el avance de la medicina, por mucho que la mayoría del estamento médico, incluso sus componentes más progresistas, estén absolutamente convencidos de lo contrario.
En otro artículo explicaré el porqué de esta afirmación, que parece atentar contra lo más sagrado del método científico.
Ben era un profesor de psicología de la Universidad de San Diego, California, a quien hace 20 años, en 1995 y cuando contaba 50, le diagnosticaron un tumor cerebral del tamaño de una mandarina, que resultó ser un Glioblastoma Multiforme (un glioma cerebral letal al que los médicos denomina ‘Terminator’) y que no pudo ser removido en su totalidad con la cirugía. Se le aplicó también radioterapia, pero ésta no produjo ningún beneficio.
Los médicos le pronosticaron apenas unos pocos meses de vida, así que no tuvo más remedio que asumir la responsabilidad de su tratamiento.
Gracias al acceso que su puesto en la Universidad le franqueaba a estudios e investigadores, se volcó literalmente en recopilar todas las pruebas existentes de fármacos, no sólo antitumorales aún no probados, sino también otros prescritos para otras dolencias pero que habían demostrado en ciertas pruebas que tenían efectos anticancerígenos aunque nadie pusiera el dinero para llevar a cabo pruebas clínicas extensas. Descartó la aplicación de ciertas terapias que en ese momento parecían prometedoras y decidió abordar el tratamiento siguiendo el siguiente enfoque.
- El cáncer era una enfermedad sistémica, que debía abordarse de forma integral: había que usar los conceptos de sinergia y cóctel para atacar cada célula cancerígena desde todos los puntos bioquímicos posibles, combinando diferentes estrategias.
- Aunque ese cóctel produjera considerables efectos secundarios, sería un tratamiento puntual para acabar con la mayor parte de las células cancerígenas, combinado con un tratamiento sistémico basado en cambios de vida.
- Incluiría cualquier molécula, de cualquier procedencia, sin importar que fuera sintética o natural, a condición de que existiera algún indicio científico de su potencial terapéutico y los efectos secundarios fueran bajos o asumibles.
- No esperaría a que se completaran pruebas clínicas de dichas moléculas para probarlas, porque no se llevarían nunca a cabo o tardarían tanto tiempo que para entonces él ya estaría muerto. Por lo tanto, debería contentarse con estudios de ciencia básica o preclínicos.
Tras su estudio sistemático, decidió aplicar la quimioterapia existente en ese momento (BCNU y PVC, alternativamente) conjuntamente con otras drogas usadas para otras dolencias, en forma de cóctel y a la vez, en vez de usar el enfoque típico de la medicina: probar una droga primero, y cuando deje de funcionar aplicar otra, de forma lineal. Él en cambio decidió apostar por la sinergia.
Usó, por ejemplo:
- Accutane, empleada contra el acné, con fuertes efectos secundarios y ahora ya no disponible para esa dolencia.
- Verapamil, un bloqueador del canal del calcio, prescrito para la hipertensión y la angina de pecho.
También fue variando de quimioterápicos y combinando diferentes dosificaciones y calendarizaciones, mientras trataba de evitar los dolorosos efectos secundarios.
Adicionalmente cambió su dieta, eliminando la comida industrial y consumiendo grandes cantidades de brotes de brócoli, ajo y otros alimentos considerados por entonces anticancerígenos, y añadió múltiples suplementos: aceite de borraja, selenio, extracto de té verde, extracto de cardo mariano, PSK, etc, todo ello basado en estudios que certificaban, hasta cierto punto, su efectividad.
Los restos tumorales fueron disminuyendo hasta que, unos meses más tarde, un escáner certificó que estaba libre de cáncer, y esa situación ha permanecido inalterada a lo largo de los últimos 20 años.
Ya no toma ninguno de los fármacos, evidentemente, pero lo que no ha cambiado durante todo ese tiempo es la dieta y la suplementación.
El abordaje integral, sistémico y original de su tratamiento contra uno de los cánceres más letales, le permitió sortear un pronóstico que tan sólo le otorgaba unos pocos meses de vida.
Demostró cómo usar el conocimiento como una poderosa arma de salud, cómo desterrar los prejuicios y cómo pensar y actuar por uno mismo.
Lo ideal sería que pudieran obtenerse estos beneficios utilizando moléculas que no presentaran efectos secundarios (y eso sucederá con mayor probabilidad si se trata de moléculas no sintéticas), pero cuando uno padece un cáncer tan agresivo no puede andarse con medias tintas y, al menos a corto plazo, debe abordar el tratamiento con el arsenal disponible (a condición de que realmente pueda surtir efecto).
Puede leerse en inglés la historia de Ben Williams en la web de Virtual Trials, dedicada a informar acerca de los últimos tratamientos contra los tumores cerebrales.
Como consecuencia de sus investigaciones Ben publicó un libro, titulado: Surviving “Terminal” Cancer: Clinical Trials, Drug Cocktails, and Other Treatments Your Oncologist Won’t Tell You About ”Sobreviviendo a un cáncer ‘terminal’: pruebas clínicas, cócteles de drogas y otros tratamientos de los cuales tu oncólogo no te hablará”, en donde sugiere combinaciones de drogas, generalmente prescritas para otras dolencias, que podrían ayudar significativamente al tratamiento de los tumores cerebrales malignos.
Un tratamiento con un espacio muestral n=1 que prácticamente ningún médico tomará en consideración… salvo que él mismo padezca un Glioma.
También pueden leerse en la misma web de Virtual Trials varios documentos de extraordinaria calidad (todos ellos en inglés):
- Un resumen de los tratamientos disponibles contra el glioma, que es un compendio del ‘estado del arte’ a 2015 de todas las opciones terapéuticas que un enfermo puede considerar, pero que pueden ser aplicados también, en su mayor parte, por enfermos de otros tipos de cáncer.
- Un documento que estudia el rol de los suplementos y antioxidantes en el tratamiento y que pone orden entre tanta idea oficial confusa, reuniendo los estudios que hasta ahora se han hecho al respecto.
- Y en este extraordinario documento nos habla de los peligros de la medicina basada en la evidencia.
Este post no termina aquí, de hecho es el inicio no sólo de la serie de historias de supervivientes de cáncer avanzado o terminal sino de otros artículos que propondrán soluciones reales.
A partir de la historia de Ben Williams podemos extraer muchas reflexiones que nos ayuden a comprender el camino sin retorno hacia el vacío (para los enfermos) al que la actual forma de investigar nos está conduciendo y porqué la actual medicina basada en la evidencia es en realidad el sueño húmedo de las compañías farmacéuticas.
También comentaremos el caso de otro investigador extraordinario que propone más soluciones reales y efectivas fuera de la caja y un igualmente extraordinario documental.
Y lanzaremos propuestas con las que todos los enfermos podrán exigir a sus médicos que utilicen las herramientas a su disposición, porque jamás se llevarán a cabo pruebas clínicas extensas y la enfermedad no espera.
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