El gas Radón es un elemento radiactivo de la naturaleza.
Surge de las cadenas de desintegración del uranio o del torio,
presentes en algunas rocas como granitos o basaltos, que componen los
suelos de algunas regiones de la corteza terrestre.
Por ser un gas que surge de las rocas de los suelos donde edificamos, se puede acumular en espacios cerrados y mal ventilados,
especialmente en sótanos y garajes. Esto implica que en el interior de
los edificios construidos sobre terrenos graníticos, basálticos, u otro
tipo de rocas que contengan alto contenido de uranio o torio en su composición, exista el riesgo de tener una elevada proporción de radón en el aire que respiran sus habitantes.
El gas radón procede inmediatamente de la desintegración del radio
(uno de los descendientes del uranio, o del torio), que es un elemento
sólido. El radón tiene una vida media de unos 3,8 días hasta sufrir una
desintegración que lo transforma en polonio, que también es sólido. Si
el radón (gas) que inhalamos se encuentra en un momento próximo a su
creación, este se exhala sin que produzca daños demasiado importantes en
la mucosa del aparato respiratorio. Pero si el radón inhalado se
encuentra al final de su vida, se desintegrará en el interior de los
pulmones generando descendientes sólidos que quedarán depositados en la
mucosa, bombardeando ésta con partículas alfa y beta durante mucho
tiempo. Es decir, se convierte en una sustancia sólida y no puede salir
del pulmón. Como el radón emana del terreno del interior del edificio,
en todo momento hay átomos en el aire en cualquier fase de su periodo de
semidesintegración.
A día de hoy se conoce muy bien los efectos producidos por la inhalación de gas radón,
y en qué cantidades puede ser un factor de riesgo para los habitantes
de un edificio. También sabemos cómo hay que actuar para evitar altas
concentraciones de radón en un inmueble. Y sin discusión, en cuanto al
gas radón existe unanimidad tanto en el mundo científico como en el
gubernamental sobre niveles y efectos, tal y como demuestran las recomendaciones de las agencias de protección medioambiental de algunos países como Estados Unidos o el Reino Unido.
En España también el CSN (Consejo de Seguridad Nuclear) ha
desarrollado folletos para explicar el problema, aunque sus campañas no
incluyen anuncios en televisión, y claro, no han tenido tanta
repercusión como ocurre con otras campañas gubernamentales tan
necesarias para proteger la salud de la población, como en el caso del SIDA o las vacunas.
Aquí tenéis un plano de radiación natural Gamma editado por el CSN
en el que podéis haceros una idea aproximada de qué áreas de nuestro
país pueden tener mayor riesgo de emisión de gas
radón en inmuebles
procedente de la geología del lugar.
El volumen de radón depende no solo de la naturaleza de los suelos,
también es importante cómo se ha construido el edificio (capacidad de
ventilación, distancia al suelo, etc) y en qué lugar de éste se
desarrolla la vida. No es lo mismo vivir en la tercera planta de un
inmueble de apartamentos, donde el riesgo es casi imposible, que en una
casa unifamiliar con una, o dos plantas, donde puede haber mayor riesgo,
sobre todo si la casa tiene sótano.
Cada casa es un mundo, por lo que la mejor forma de salir de dudas
pasaría siempre por realizar una medición, bien por un equipo de
expertos o por uno mismo. Ya existen aparatos de medición para el gas
radón muy efectivos. En la tienda de Geosanix hemos incorporado uno de los últimos medidores de gas radón
con el fin de facilitar la tarea a aquellos que prefieren llevar a cabo
una monitorización continuada del radón en su hogar de manera fiable e
independiente, sin tener que recurrir a expertos o laboratorios para
hacer una sola medición.
fuente: http://www.saludgeoambiental.org/
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