Las neuronas espejo borran la frontera entre los individuos, erigiendo una especie de mente grupal global, además de presentar una base científica para la telepatía; podrían haber sido fundamentales en la formación de la conciencia —y en su siguiente salto evolutivo.
Por: Alejandro Martinez Gallardo -PIJAMASURF
«Existe un juramento mágico muy conocido
que dice ‘Prometo lidiar con todo fenómeno como si fuera un trato
particular entre Dios y mi alma’, basado en la creencia metafísica de
que el Universo es ‘un espejo mágico’ que constantemente refleja las
condiciones internas de nuestras almas».
-Aeolus Kephas
Las neuronas espejo son células del
cerebro que se activan cuando hacemos algo y también cuando observamos a
otra persona —o animal— hacer la misma acción. Según va la historia, un
grupo de neurocientíficos italianos descubrieron estas neuronas con un
macaco conectado a unos electrodos; midiendo neuronas individuales, los
científicos notaron que las mismas neuronas se encendían cuando el mono
tomaba un cacahuate como
Para intentar dilucidar lo que
significan las neuronas espejo para el conocimiento humano y las
posibilidades que abren una vez que hacemos consciente que somos
fundamentalmente espejos –lo somos en la medida en la que nuestro
cerebro es un espejo que inevitablemente reproduce lo que ha visto—
recurriremos al neurocientífico V.S. Ramachandram, quien considera que
las neuronas espejo fueron claves en el desarrollo de las habilidades
lingüísticas del ser humano y por consiguiente en su evolución; y, por
otra parte, a Aeolus Kephas, especialmente por su ensayo didáctico “Escritores del Cielo en Hades”
(publicado en Pijama Surf), en donde argumenta que las neuronas espejo
constituyen una base científica de la telepatía y que éstas también son
agentes de la evolución humana hacia una siguiente etapa en la que dicha
telepatía —que sucede ya en estos momentos— se haría consciente,
transparentando la noósfera en la que convivimos y comunicando la
totalidad de nuestros seres de manera directa, sin interferencia:
esencias múltiples de un único Logos.
V.S Ramachandram es uno de los grandes
expertos y promotores de las neuronas espejo, a las cuales considera uno
de los más grandes descubrimientos científicos de la historia. Este
neurocientífico de origen indio cree que las neuronas espejo están
ligadas al desarrollo del lenguaje en el ser humano y a su toma de
conciencia:
«He especulado también que estas
neuronas no solo pueden ayudar a estimular el comportamiento de otras
personas sino que pueden ser reviradas hacia dentro para crear
representaciones de segundo orden o meta-representaciones de tus propios
procesos cerebrales anteriores. Esto podría ser la base de la
introspección y de la reciprocidad de la autoconciencia y de la
conciencia de los otros. Esta es evidentemente una pregunta de huevo o
gallina sobre qué evolucionó antes, pero el punto central es que las dos
co-evolucionaron mutuamente, enriqueciendo una a la otra para crear la
representación madura del ser que caracteriza a los humanos modernos».
En esta plática de TED, corta pero cargada de fascinante información, Ramachandram explica cómo funcionan las neuronas espejo.
«He aquí una neurona que se dispara
cuando alcanzo algo y lo tomo, pero también se dispara cuando veo a Joe
alcanzar algo y tomarlo. Esto es extraordinario porque es como si esta
neurona estuviera adoptando la perspectiva del otro, es como si
estuviera realizando una simulación de realidad virtual de la acción de
otra persona».
Lo cual significa que para el cerebro no
hay gran diferencia entre lo que sucede en lo que llamamos realidad y
lo que sucede en simulación. En otras palabras, no hay estricta
diferencia entre lo que vemos y lo que hacemos, pero tampoco entre lo
que pensamos y hacemos o entre lo que hacemos y soñamos (como ha demostrado el psicólogo Stephen Laberge
analizando los sueños lúcidos, en particular aquellos en los que un
orgasmo onírico produce las mismas reacciones fisiológicas que un
orgasmo despierto). Solo podríamos distinguir en el grado de intensidad
con el que se reproduce un fenómeno en nuestro cerebro, sin que haya una
necesaria hegemonía del acto “real”, físico, sobre el acto mental,
imaginario —únicamente nuestra riqueza sensorial e imaginativa como
límites.
«El porno no nos hace pensar en el sexo.
En cambio, el porno nos hace pensar que estamos teniendo sexo. Desde la
perspectiva del cerebro, el acto de excitación no es precedido por una
idea separada, la cual absorbemos a través de la televisión o de una
pantalla de computadora. El acto en sí mismo es la idea». En otras
palabras, «el porno funciona convenciéndonos de que no estamos viendo
porno. Pensamos que estamos dentro de la pantalla, haciendo la cópula» (“Porn and Mirror Neurons”, Jonah Lehrer).
Podría parecer exagerado decir que ver
porno es como tener sexo, que existe una transpersonalización y que
«estamos dentro de la pantalla» copulando (podrá argumentar el lector:
ver porno no se siente igual que tener sexo). Pero esto es solo una
distinción de grado o intensidad determinado por el hábito, lo relevante
es que ver porno [1] puede activar exactamente las mismas neuronas que tener sexo y que la frontera de la pantalla se borra
(la pantalla de una computadora o de una persona: su cerebro). Es
decir, el espejo está abierto y lo cruzamos; la solidez y la separación
de la realidad es la de un teatro virtual de paredes etéreas.
Pero volvamos a Ramachandram:
«Por
una parte las neuronas espejo deben de estar involucradas en cosas como
la imitación y la emulación, ya que imitar un acto complejo requiere
que mi cerebro adopte el punto de vista de otra persona. Pero, ¿por qué
es importante esto? Si regresas en el tiempo a un punto hace 75 mil
años —veamos la evolución humana— algo muy importante sucedió en esa
época y eso es el súbito surgimiento y la veloz expansión de una buena
cantidad de habilidades únicas del ser humano: el uso del fuego,
herramientas, albergues, por supuesto el lenguaje y la habilidad de leer
la mente de otra persona e interperatr su comportamiento. Todo esto
pasó relativamente rápido aunque el cerebro humano había llegado a su
tamaño actual hace 300 o 400 mil años. Lo que sugiero que sucedió fue la
emergencia de un sistema sofisticado de neuronas espejo que permitió
imitar y emular el comportamiento de otras personas, de tal manera que
cuando ocurría un descubrimiento por algún miembro de la tribu, como el
fuego o el uso de herramientas, en vez de acabarse ahí se transmitía de
forma horizontal a gran velocidad entre la población o verticalmente
entre las generaciones. Esto hizo a la evolución lamarckiana en vez de
darwiniana. Esta es la base de la mutación y las habildades complejas
que llamamos cultura».
Ramachandram describe aquí el mecanismo
por medio del cual el ser humano puede dar saltos evolutivos y favorecer
mutaciones aceleradas. El biólogo Rupert Sheldrake entiende este mismo
proceso de imitación como la resonancia de un organismo con los campos
de información de una especie, en la que se transmiten no solo conductas
observadas, sino también conductas no-observadas. Sheldrake considera
que la naturaleza tiene una memoria incórporea o difundida
no-localmente, la cual hace posible que un miembro de una especie pueda
aprender una conducta o asimilar aquello que hizo que esa conducta fuera
aprendida, con solo sintonizar la información generada en el campo
morfogenético de la especie a partir de ese aprendizaje. Quizás lo que
podría estar ocurriendo es una comunicación entre las neuronas espejo de
toda una especie o de un grupo de individuos vinculados por algún tipo
de comunicación instántanea, probablemente un sistema sutil de
entrelazamiento cuántico en el que a nivel molecular, si un individuo
toma un cacahuate, todos los miembros de ese conjunto toman un
cacahuate, no obstante que no hayan presenciado el acto de tomar un
cacahuate. El acto genera una memoria, aunque en estado inactivo, en la
mente grupal.
Tal vez por esto en la historia de la
humanidad se han dado descubrimientos paralelos sin aparente contacto
directo, como la invención del cálculo por Newton y Leibniz, o la
formulación de la ecuación de onda en la cual se basa la mecánica
cuántica por Heisenberg y Schrödinger, prácticamente al mismo tiempo por
métodos distintos. ¿Podrían estar conectados a un sistema telepático
global sin saberlo?
«Si me inyecto anestesia en el brazo
para que no tenga ninguna sensación y luego te veo a ti siendo tocado,
literalmente lo siento en mi brazo. En otras palabras, hemos disuelto la
barerra entre tú y otro ser humano. Por eso les llamo neuronas Gandhi o
neuronas empatía. Y esto no en un sentido abstracto metafórico: todo lo
que te separa de otra persona es tu piel, remueve la piel y
experimentarás el tacto de esa persona en tu mente. Has disuelto la
barrera entre tú y otras personas. Esto es por supuesto la base de la
filosofía oriental. Y es que no hay un ser independiente, desconectado
de las demás personas, inspeccionando el universo e inspeccionando a los
demás. En realidad estás conectado y no por Facebook o por Internet,
sino literalmente por tus neuronas, en esta habitación hay una serie de
neuronas hablando entre sí y no hay verdadera distinción entre tu
conciencia y la conciencia de alguien más».
Ramachandram hace referencia al caso de
los miembros fantasmas —miembros amputados que siguen exhibiendo
sensación física en el cerebro— y revela la posibilidad de la sanación a
distancia. Sin decirlo menciona la labor del chamán que sana a través
de la representación, de la teatralidad cósmica:
«Tienes un paciente con un brazo
fantasma que tiene dolor en ese brazo. Lo increíble es que haces masaje
al brazo de otra persona y eso alivia el dolor en su brazo fantasma,
como si la neurona obtuviera alivio por solo ver a alguien más ser
masajeado».
Llegamos
al terreno de la empatía como arma de evolución colectiva. En el gran
teatro de la realidad solo es necesario ver cómo alguien hace algo para
poder hacer ese algo, para poder experimentarlo, sentirlo y, en el caso
de los grandes arquetipos de la psique humana, vivir una catarsis, un
acto de alquimia psicológica y sanación (por esto es tan popular el cine
o el mismo teatro). Pero ese simulacro puede dirigirse, puede
exponenciarse: en teoría podríamos reproducir un acto de sanación
individual hasta el punto de que se convierta en la sanación colectiva
de todo el planeta. Un acto mágico y a la vez un acto de ciencia… de
con-ciencia.
Aeolus Kephas nos dice que «las neuronas
espejo nos presentan una base científica sólida para la telepatía y la
existencia de la telepatía cambia todo. El giro es que las nueronas espejo no indican que la telepatía es algo que puede
suceder, es algo está sucediendo todo el tiempo». Pero entonces la
clave, creemos, es hacer consciente esa telepatía que sucede todo el
tiempo entre nosotros a través de las neuronas espejo que comparten
permanentemente estados cerebrales, porque somos espejos contra espejos.
Hacer consciente la telepatía, la
distribución de archivos cerebrales que está ocurriendo en este
instante, para decodificar el mensaje y descubrir el secreto de la
empatía: «Después de todo lo que en realidad queremos comunicar, con
cada mensaje, es quiénes somos y ‘en’ dónde estamos. Y esto es
precisamente lo que comunicamos, sin siquiera intentarlo y en contra de
nuestra voluntad» (Aeolus Kephas) —para entablar la verdadera
comunicación, más allá de la piel, más allá de los giros del lenguaje y
de los malentendidos, la comunicación total, hiperpermeable, de seres
desnudos que significan al universo.
«Tener verdadera empatía por otra persona significa sintonizar no solo a esa persona sino a todas las personas que hemos visto en un estado similar o circunstancia en el pasado»
(Aeolus Kephas) y quizás no solo acceder a nuestra memoria sino a la
memoria de toda la humanidad y todo el universo, sentir en un instante
todos los instantes, en una persona a todas las personas, el sentimiento
océanico que buscan todas las tradiciones místicas: la unidad a través
de la otredad, del rayo del espejo.
V.S. Ramachandram sugiere que la
conciencia humana nació a la par de la activación de un sistema de
neuronas espejo (también el lenguaje). Esto supone que el nacimiento de
la conciencia, el gran acto autorreflexivo, es en esencia un acto
colectivo, co-creativo. El destello del primer hombre que toma
conciencia no ocurre en su propio cerebro sino en el cerebro del otro
que lo refleja, que escucha lo que dice, y en su escuchar la conciencia
se significa conciencia: se ve a sí misma. De aquí podemos
extrapolar que nuestra conciencia se sostiene en la conciencia de los
demás y que desde su origen la humanidad ha compartido una mente grupal
—y no solo de forma metáforica (la filosofía oriental sugiere que no hay pensador –yo– detrás de los pensamientos, sólo una red de conciencia que fluye por el universo, que es el universo).
Hacer consciente esta mente grupal, este
sistema global de telepatía, es el siguiente paso en la evolución
humana. La clave, como sugiere Aeolus Kephas, es simplemente escuchar a
los demás. Abrir el canal de la empatía, justamente aquello que nos hace
humanos (recordemos que en la novela de Phillip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
es la empatía lo que distingue a los humanos de los androides, aunque
en esa distopía los humanos declinen hacia su extinción incapaces de
afirmar su empatía).
Tal vez sea nuestra capacidad empática,
nuestra capacidad de escuchar lo que nos están diciendo en silencio las
personas a nuestro alrededor, lo que nos lleve a escuchar qué nos dice
el universo —y lo que nos estamos diciendo nosotros mismos (nuestro
código mandala). La empatía: lo que nos sintoniza con la transmisión
original que se emitió holográficamente sobre el vacío —y se sigue
emitiendo sin final.
Twitter del autor: Aleph de Pourtales/@alepholoVER VÍDEO.
http://www.ted.com/talks/view/lang/en//id/724
No hay comentarios:
Publicar un comentario